12.3.09

Los políticos que «pateaban» las calles. Domingo 22 de Marzo de 2009



Escribe: Juan R. Nazar
Director de La Opinión

Tapa de la revista «Time» del 21 de mayo de 1951. Foto tomada por Ernest Baker.

Conocimos a muchos políticos de cada una de las tendencias. Los hubo de todo, como en la actualidad. Había sin embargo una diferencia cualitativa que calaba muy hondo en la conciencia colectiva. Los peronistas de Perón y Evita, transformaban las convicciones en sentimientos y los sentimientos se elevan por encima de toda racionalidad. El conductor podía convocar a verdaderas multitudes de cientos de miles de personas a la Plaza de Mayo que llegaban como podían, en vehículos automotores, en camiones de hacienda, a caballo, a pie, en bicicletas o como fuera. Veían en sus líderes a verdaderos apóstoles de la redención social. Creían profundamente en la palabra que se transformaba en sentencia inapelable. Cuando la confianza se transmuta en fe, se produce un fenómeno que contiene una dosis de religiosidad.

Entre la gente más modesta se veía en sus humildes casas, las fotos de vírgenes, santos, junto a las de Gardel, Perón y Evita. A la muerte de Evita, las inmensas multitudes que desfilaban ante el féretro, la consagraban como a una santa. El llanto y el dolor eran de una autenticidad conmovedora. Es que esa mujer, aguerrida, que llegaba hasta la ferocidad en sus arrebatos discursivos que no se podía dudar que sus palabras nacían de lo más profundo de su ser. No había pose en sus actitudes, en sus gestos ni en sus palabras.

COMO UNA REINA
Se supo vestir como una reina y se paseó por el mundo con enorme dignidad. Nadie le reprochó (salvo los enemigos políticos) sus colecciones de vestidos diseñados por los mejores de la especialidad, ni las costosas joyas que adornaban su personalidad. Pero eso estaba compensado con su enorme capacidad de trabajo, donde su febril actividad se expresaba en la tarea agotadora que realizaba personalmente en la Fundación para atender los miles de pedidos diarios que le llegaban de todos los rincones del país, a los que respondía con puntualidad hasta con cartas escritas de puño y letra. Por entonces los trabajos, los listados, las planillas, los mensajes, las cartas, se hacían artesanalmente. A pura mano de obra, a puro esfuerzo y sudor, pensando siempre en llevar un alivio, una sonrisa a un niño, una caricia y un reconocimiento a un anciano.

Perón influyó –y aún sigue siendo la máxima referencia para muchos compatriotas- durante más de medio siglo en la vida política argentina. Quien esto escribe estuvo del lado de quienes lo combatieron, pero a través del tiempo pude ver que, con sus errores y sus aciertos, promovió la mayor revolución social del siglo XX en Latinoamérica. Al regreso de su largo exilio de 18 años, donde era visitado por los políticos de todas las tendencias del país, y de jefes de Estado de diferentes países del mundo, acumuló enorme experiencia y sabiduría sobre el mundo que sobrevendría después del año 2000.

En una entrevista que nos concedió en la residencia de Olivos en 1974, a una delegación que presidía José Ber Gelbard, pudimos escuchar un diálogo de ésos que quedan para la historia, porque hablaba como político, estadista y filósofo. Sus palabras parecían iluminar el futuro de la República. Su estatura intelectual, y su solidez argumental, deja como pigmeos a todos los que vinieron detrás de él, dentro de su propio movimiento.

EQUIVOCACIONES
Claro que tuvo errores; Napoleón Bonaparte también se equivocó, cuando al regreso de la prisión de la isla de Elba, en lugar de negociar con sus oponentes, pretendió retomar el poder por la fuerza y fue derrotado en Waterloo. Pero los errores de los grandes de la historia también enseñan. A los pequeños, la historia jamás los registra.

En el campo de la oposición, brillaron con luz propia hombres como Ricardo Balbín, Arturo Frondizi, Moisés Lebensohn, Crisólogo Larralde, Oscar Alende, Raúl Alfonsín, Arturo Illia, intelectuales como Ricardo Rojas, Gabriel Del Mazo, Horacio Oyhanarte, jurisconsulto como Julio Oyanharte, y tantos otros.

Ahora casi todos los políticos utilizan los medios de comunicación audiovisual como el instrumento masivo para hacer conocer sus pensamientos. Sin duda que es un adelanto tecnológico que permite al instante transmitir los mensajes que se desean. Pero así y todo nada reemplaza el contacto personal con el público. Lo demostró en buena medida la última campaña política en los Estados Unidos, donde los candidatos viajaban en tren o en avión a los lugares más apartados del territorio para tomar contacto con la gente.

El político que no conoce el territorio, que no ha pisado su suelo, difícilmente pueda hacerse cargo de los problemas que afectan a las comunidades. Hemos visto pasar por todos nuestros pueblos de la provincia de Buenos Aires, a esos hombres viajando en tren o en automóvil, por caminos de tierra. Sin calefacción en invierno y sin aire acondicionado en verano, envueltos en polvo de los caminos. Llegaban a casas de amigos, se higienizaban y salían a disertar frente a multitudes o, llegado el caso, ante 15 o 20 personas. No se hacían problemas, lo importante era que alguien los escuchara, aunque el voto fuera para el adversario.

Hemos presenciado disertaciones de una hora de Moisés Lebenshon, en la esquina de San Martín y 9 de Julio, ante un grupo de no más de quince personas. Un político de extraordinario vuelo intelectual, con ideas sociales de avanzada, que hoy estarían a la vanguardia del pensamiento moderno. Tuvimos el privilegio de escuchar la rigurosa prosa conceptualizada de Arturo Frondizi con una clara visión del país desarrollado en todas sus potencialidades y su inserción en el mundo, como lo demostró siendo presidente, soportando 33 intentos de golpes de Estado.

ACUERDOS Y ENCUENTRO
Buscó acuerdos con Brasil con sus colegas Juscelino Kubitschek y Janio Cuadros, y su encuentro con el presidente de los Estados Unidos, John Fitzgerald Kennedy y su Alianza para el Progreso para detener el avance de la Revolución Cubana, que el Che Guevara en la reunión de Punta del Este en 1960, descalificó con la célebre frase de que el monto asignado para la ayuda a los países latinoamericanos no servirían ni para construir las letrinas. El presidente Kennedy es asesinado en 1963.

En un ligero repaso de algunos políticos argentinos, nos permiten entender una parte de la historia argentina. Las comparaciones siempre resultan odiosas. Pero hay algo cierto. No se pretendía llegar al poder para hacer negocios. La pasión por el servicio a la Patria, posponía cualquier interés personal. Todos llevaron una vida de gran austeridad. Muchos murieron dejando como único patrimonio una casa con algunos muebles. Los que pretenden desconocer la historia, exaltándose a sí mismos, sólo dejan la marca de sus mezquindades y de la propia ignorancia que obnubila el entendimiento.

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