Un hábito puede dejar desnudo al monje
Aunque puedan parecer nimios y muy personales, los malos hábitos individuales atentan contra la colaboración efectiva con otros, el desarrollo eficaz de procesos y la interrelación de tareas. Y así como acarrean costos netamente organizacionales, son una forma de autosabotaje que elimina posibilidades de vincularse y de crecer profesionalmente.
Un hábito es básicamente un conjunto de acciones que se ejecutan regularmente sin pensar. Se adquiere por la repetición de actos, se fortalece a partir de la facilidad de realización y genera acostumbramiento, transformándose en una especie de segunda naturaleza. Si bien los hábitos se adquieren individualmente, tienen connotaciones culturales y de acuerdo con los hábitos que desarrolla, cada persona se ubica en determinados grupos. Así, por ejemplo, quienes tienen la costumbre arraigada de llegar temprano al trabajo, ordenar su escritorio y contestar cada e-mail que reciben, suelen ser identificados como personas responsables.
Otros hábitos, como incumplir compromisos, no cuidar el aspecto personal o incluir continuamente malas palabras en una conversación, son valorados negativamente y hacen que quien los desarrolla quede como en una suerte de contraste que lo identifica como desubicado.
Los comportamientos negativos repetidos automáticamente irritan a los compañeros de trabajo, generan conflictos, y estiran los tiempos de producción. Con el paso del tiempo, las personas que sostienen esos patrones de conducta llegan a ser impopulares, se estereotipan en el rol del “chivo emisario” y les resulta muy difícil mostrar su eficacia y real valor.
Entre los hábitos que se consideran negativos en los ambientes laborales, podemos encontrar:
» No estar nunca preparado: “Siempre le faltan 5 para el peso, lo tenés que esperar, no trae lo que tenía que traer y encima, hay que prestarle los materiales”. Participar de reuniones, encuentros o sesiones de trabajo sin los elementos, el equipo o los datos que se requerían implica falta de respeto por los compañeros y de cuidado del propio hacer. La desorganización y la falta de planificación, el no concentrarse en la preparación de situaciones, da como resultado el desarrollo de esta costumbre que habilita el no tener todo, el depender de otros y la perdida de tiempo.
» Hacer la de uno: “No aguanto más. Nos ve correr como locos, sabe que no llegamos y sigue ahí, jugando al solitario en su computadora”. “Queda poco papel en la impresora, pero lo de ella siempre es lo más importante, lo primero, lo ineludible”. “Se cuelga horas del teléfono y nos tenemos que enterar todos de todo lo que le pasó a su familia”. Aun cuando el trabajo no sea de equipo, ser consciente de las necesidades de los demás facilita la colaboración. El hábito de preguntar si alguien necesita algo, por ejemplo, antes de ponerse a jugar o a hacer algo personal, siempre es bien recibido, sobre todo si se amplia con la disponibilidad de ayudar.
» Agredir como forma de comunicar. Hay personas que aun cuando quieren expresar afecto, o valoración, maltratan verbalmente. “Sos re creativo, vos, eh, debes estar un poco loco…”, “que suerte que vos estás siempre pegada a la silla, porque yo puedo contar con vos”, “¿y cómo vas a faltar vos que no tenés familia y vivís solo como un perro?. Y también están los que pegan puñetazos, dan empujones, tocan, sin tacto alguno. Este tipo de hábitos impactan negativamente a nivel individual y también van creando climas fuertes y conflictivos.
» Invadir espacios. “No sólo ocupa su escritorio sino que me llena el mío de migas y de esas semillitas que come”. “Llega, pone la cartera, la agenda, la llave del auto, todo, encima de los papeles en los que estamos trabajando… y se va a servir un café”. “Compartimos este armario, yo a la mañana y ella en el turno tarde… y ya avanzó tanto que no me dejó lugar”.
» Imponer responsabilidades. “Sale y te deja acá el celular para que lo atiendas. Ocho millones de cosas para decirle a los que llamen.”. “Siempre tenemos que entregar y pedir cosas por ella.” Dejar que otros se hagan cargo de lo que nos compete, comprometerse con demasiadas cosas de manera de tener que comisionar a otros para que hagan algunas, son costumbres que agobian y molestan a los compañeros de trabajo.
Desde el punto de vista de la gestión, los malos hábitos pueden contagiarse y transformar formas grupales de trabajo en círculos viciosos, por lo que se hace necesario corregirlos, y si esto no es posible, erradicarlos.
Para crear hábitos positivos o librarse de los negativos, es importante recordar:
» Enfocarse en crear o cambiar un hábito por vez. Dar vuelta una costumbre requiere energía, concentración, disponibilidad y tiempo. Hay que reconocerla, comprender en que acciones se sostiene, y trabajar sobre ellas. Tomar una por vez brindará claridad al proceso.
» Conocer porqué se lo hace. Será mucho más fácil adoptar un nuevo hábito o romper uno viejo si se sabe cuál es el objetivo a cumplir y qué beneficios se adquirirán. Saber qué se logrará actuara como motivador.
» Comenzar con algo pequeño y simple. Cualquier actividad que sea difícil, compleja, o que consuma mucho tiempo, no es la ideal para iniciar un hábito.
» Proponerse seguir por 30 días. Aunque suele decirse que un hábito se cambia en 21 días, mantenerse durante un lapso mayor dará confianza y aportará más información acerca de lo que funciona y lo que no.
» Crear un contexto de ayuda. Personas que pueden cooperar, ambiente físico favorable, materiales que hagan falta. Un calendario en el que marcar los avances. Imágenes o carteles que fortalezcan la decisión de continuar.
Adoptar hábitos positivos ayuda a vivir mejor. Estar alerta a descubrir las costumbres personales que no son bien consideradas para cambiarlas es una forma de incluirse adecuadamente en los ambientes laborales.
Recuadro: