26.3.09

Los efervescentes tiempos de las ideas. Domingo 29 de Marzo de 2009




Escribe: Juan R. Nazar
Director de La Opinión

Arriba, Monseñor De Nevares.. Izq., el padre Carlos Mugica. Abajo: José López Rega junto a Juan Domingo Perón.

Sin duda que el adelantamiento de las elecciones responde a la necesidad del gobierno de apresurar en los límites posibles la convocatoria a las urnas, en la inteligencia de que los problemas económicos y sociales se habrán de agudizar con el paso de los meses, y el humor de la gente irá socavando la confianza en el oficialismo. Se sabe por otra parte, indagando en la historia, que muy pocas veces los segundos períodos fueron felices para los gobernantes. Hay un desgaste inevitable que se produce en los sistemas democráticos, por cansancio, hastío, malestar por problemas irresueltos y una gama de cuestiones subjetivas que buscan en la alternancia en el poder de nuevos protagonistas.

LA PERSONALIDAD ENIGMÁTICA
Hubo líderes con un gran magnetismo personal como el de Hipólito Yrigoyen, que no pronunció nunca un discurso. El apodo de “peludo” porque no salía de la “cueva” por una forma de ser entre misteriosa y ascética. Pero compensaba esa actitud un tanto cerril, con el contacto personal. Cultivaba el mano a mano con tesonera persistencia. Tenaces adversarios fueron convencidos en conversaciones individuales. No pronunciaba discursos, no obstante ser un excelente orador. Tampoco hacía declaraciones periodísticas. Llevaba como estigma ser nieto de Leandro Alem, padre de Leandro el fundador de la Unión Cívica, que había pertenecido a la mazorca en épocas de Rosas y ahorcado por los unitarios. Adhería a la filosofía krausista de que el hombre debía desarrollarse sistemáticamente conforme a un orden universal de piedad, abnegación y altruismo. A pesar de su introversión personal y su enigmática personalidad rodeada de misterio, Yrigoyen fue el primer dirigente político argentino que convocaba a las multitudes y era literalmente amado por la gente. Se expresaba mucho a través de sus cartas manuscritas y sus escritos que tenían un estilo particularísimo.

LOS TIEMPOS DE PERÓN
Lo opuesto a ese estilo vino con la aparición de ese otro gran líder que fue Juan Domingo Perón. Gran orador y extrovertido en sus palabras y en sus gestos. Desde un punto de vista objetivo, Perón creía en la planificación de los actos de gobierno. De allí nacieron los planes quinquenales. Además como oficial egresado de la Escuela Superior de Guerra, planificaba las acciones de gobierno como en un teatro de operaciones militares. En su tercera presidencia, tenía concebido un plan abarcativo de todas las áreas de gobierno. Pero puso énfasis en dos frentes estratégicos: la conducción de la economía y la política exterior. Ambas estaban muy relacionadas porque de acuerdo con su visión del mundo de aquel momento de la guerra fría entre las superpotencias (Estados Unidos versus la Unión Soviética), Perón concibe la teoría de la Tercera Posición donde se encolumnaban todos los países del denominado Tercer Mundo, que no se diferenciaba del movimiento promovido por el líder de Egipto, el coronel Gamal Abdel Nasser, que trataba de unir a todos los países del mundo árabe en una federación de Estados. El nasserismo tiene fuerte gravitación en los ejércitos imbuidos de un socialismo nacionalista especialmente entre los oficiales hasta el rango de coronel. En el ejército argentino, esa concepción había prendido mucho entre los oficiales que se negaban a adoptar como modelo a los ejércitos americanos. Años más tarde, el grupo de países del denominado Tercer Mundo, se transforma en el Movimiento de Países no Alineados, que generalmente decidían con sus votos en la Asamblea General de las Naciones Unidas. Esa posición fue abandonada durante la presidencia de Menem que había apostado –Cavallo de por medio- a ingresar en el Primer Mundo. Vale consignar que Perón no se la pasaba declamando antiimperialismo. Movía las piezas del ejedrez internacional con gran pragmatismo. Abrió un frente comercial con la Unión Soviética y los países del Este, a través del hombre indicado: José Ber Gelbard. También armó acuerdos con Brasil, Chile y Paraguay. Todo con el objeto de negociar en los mejores términos con Estados Unidos. En lo interno, en su tercera presidencia, vino con la consigna de que “para un argentino, no hay nada mejor que otro argentino”, y en lugar de confrontar, eligió pacificar, porque se proponía conducir un pueblo unido, no beligerante. El Perón de los ’70 no era el mismo que batallaba en los años ’50. Regresaba con una enorme carga de experiencia y sabiduría. Algunos altos dirigentes actuales con mando, deberían estudiar con más atención esa etapa de la historia para no repetir errores que ya hemos vivido intensamente los argentinos, plagado de intolerancias.

EL TERCER MUNDO Y LOS SACERDOTES
En tiempos en que estaba vigente la teoría del Tercer Mundo, nace como una consecuencia de un nuevo proceso efervescente y en cierto modo revolucionario, el Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo, movimiento carismático dentro de la Iglesia Católica argentina que intentó articular la idea de renovación de la Iglesia subsiguiente al Concilio Vaticano II con una fuerte participación política y social, formado principalmente por sacerdotes activos en villas miserias y barrios obreros. Entre 1967 y 1976, fue uno de los canales por los que se viabilizó la acción social, muy cercano a la izquierda peronista y en ocasiones al marxismo. En 1967, el obispo brasileño Hélder Cámara (llamado el obispo rojo) lideró un grupo de 18 obispos de Latinoamérica, Asia y Africa que redactó una proclama, en la que vinculaba la situación de pobreza y desamparo de los ciudadanos del Tercer Mundo con la explotación a la que las corporaciones multinacionales, con el aval de los gobiernos de los países industrializados, los sometían, y expresando el compromiso religioso de luchar para mejorar sus condiciones de vida. En agosto de 1968, la reunión de la Conferencia Episcopal Latinoamericana en la ciudad colombiana de Medellín llegó a conclusiones similares; el documento redactado por la misma declaró el compromiso de la Iglesia en la mejora de la situación de los pobres, actuando sobre las situaciones que originaban la miseria.

La reacción del documento de Medellín encontró a la curia argentina ya en efervescencia y tres sacerdotes porteños, Héctor Botán, Miguel Ramondetti y Rodolfo Ricciardelli, habían hecho circular unos meses antes, el Manifiesto de los 18 Obispos, proponiendo entre sus colegas la formación del MSTM. Las respuestas fueron numerosas, y para fines de ese año más de 200 curas se habían integrado. El primer encuentro realizado en 1968, contó con el aval tácito de los obispos Guillermo Bolatti, Enrique Angelelli, Alberto Devoto, Jerónimo Podestá, Jaime de Nevares, Adolfo Tórtolo, y Vicente Zaspe, aunque ninguno de ellos llegó a formar parte del movimiento. Tras la muerte de Perón y el ascenso de López Rega, el movimiento perdió capacidad de acción y acabó por disolverse años más tarde. Este personaje que fue ganando espacios al lado de Perón, pertenecía a una sociedad secreta que cultivaba el esoterismo.

TIEMPOS DE IDEAS Y BÚSQUEDA
Entre los jóvenes –y los no tan jóvenes- había un intenso deseo de participar. Se entremezclaban las corrientes de pensamiento. El debate estaba en la calle, en la universidad, en los sindicatos. La efervescencia latía en las mentes y en los corazones. Invadía los claustros, las iglesias, el deporte, y todos los ámbitos de la vida social y cultural. Las chicas que estudiaban en la universidad o las que trabajaban en las fábricas, habían cobrado un gran protagonismo. La Revolución Cubana, Fidel Castro y Ernesto “Che” Guevara eran los íconos de los nuevos tiempos que amanecían. El cura Camilo Torres se había unido a la guerrilla colombiana. El obispo de El Salvador, Oscar A. Romero, que predicaba en las iglesias “la opción preferencial por los pobres” es asesinado en medio de su oficio religioso. Duro protagonismo. Fuerte compromiso social. Se pretendía encender un proceso revolucionario que modificara el rumbo de la historia. Volaban las utopías y los sueños. Luego la realidad mostró el otro rostro: el de las muertes, las persecuciones y el terrorismo de Estado que arrasó con todos los aires de libertad. No libera tampoco de responsabilidad a una cúpula guerrillera, que pretendió conducir un proceso de cambio por caminos que no eran los que buscaba el pueblo argentino.

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