9.10.08

Los dobles discursos no sirven para una construcción auténtica. Transparencia: exigencia de la democracia.Domingo 12 de Octubre de 2008

Escribe: Juan R. Nazar
Director de La Opinión

Muchas veces en las comunidades se forma un sentimiento oscuro que rechaza a quien no es natural del lugar, sin tener en cuenta méritos, trabajo, inteligencia, pasión por hacer. Mucho peor es un legislador o gobernante que acepta un cargo a sabiendas de su falta de conocimiento del hombre y sus circunstancias.

En nuestra nota editorial de la fecha nos referimos a las deformaciones de la política, sobre la base de aquellos candidatos que se presentan a legisladores provinciales o nacionales, en representaciones de regiones o provincias de donde no son originarios y que ni siquiera conocen. Actualmente tenemos varios ejemplos gruesos. Nuestro propio gobernador es un hombre de la Capital Federal, donde creció, se educó y desarrolló su vida política.
Quien esto escribe, experimentó la escasa comprensión de una parte de la sociedad de Trenque Lauquen, allá por el año 1962, donde ya ocupaba la secretaría general de la municipalidad, y el partido político al que pertenecía por entonces, la UCRI, lo postula como candidato a intendente de Trenque Lauquen.

EL RECUERDO DE TRIBUNA

En el desempeño del cargo del municipio, puso todo su entusiasmo y su pasión. Ejerció un periodismo amateur, y colaboró con notas especiales en el periódico Tribuna, cuya dirección la ejercía Bartolomé Gonzalez, un personaje singular, anárquico, desordenado, pasional y profundamente principista. No obedecía a ninguna regla, y siendo radical de pura cepa, no le perdonaba a sus correligionarios los desvíos o equivocaciones. Tenía en el periódico una columna que se llamaba “municiones al vuelo” y desde allí enviaba municiones en todas direcciones. No había chisme que no apareciera en esa columna que parecía tener un corresponsal hasta debajo de la mesa de la gente importante del lugar, cuyas conversaciones públicas aparecían luego publicadas como por arte de magia. Era un duro batallador, que vivía en forma modestísima, y de madrugada se lo veía comer una chuleta regada con vino de damajuana en algún boliche de las afueras de la ciudad.

EL ÚLTIMO BOHEMIO

El autor de ésta se había convertido en amigo y colaborador de Bartolomé Gonzalez, a quien a su muerte en 1972, le dedicó un comentario que tituló “Se fue el último bohemio de Trenque Lauquen”. Por ese mismo tiempo, ejercía la corresponsalía honoraria en el interior, del diario Clarín, por un período de más de diez años, enviando todas las semanas las informaciones más salientes de Trenque Lauquen y la región, que se publicaban invariablemente en forma casi textual.
En el principio de la nota nos referíamos a los políticos que les da lo mismo representar a una provincia como Santa Cruz, que a la de Buenos Aires, que no tienen ninguna similitud, ni proximidad geográfica, y con economías totalmente diferenciadas. Un legislador que no esté comprometido con su gente, la gente de la tierra que conoce y en la cual ha vivido, jamás podrá defender los intereses que dice representar. Es una nueva forma de engaño, de falsificación de la voluntad popular. Nadie puede representar genuinamente lo que no conoce.

LA LOCALÍA

Hemos vivido esa situación en carne propia. En 1962 el partido político al que pertenecía –la UCRI- luego de mi desempeño en el cargo municipal al que le puse entusiasmo, tiempo y pasión, me postula como candidato a intendente municipal de Trenque Lauquen. Hacía más de diez años que me había radicado en esta ciudad, contraído matrimonio con una joven de una dignísima familia, y de esa unión nacieron nuestros dos hijos. Sin embargo en algunos sectores de la ciudad se cuestionaba mi condición de “forastero”, siendo que la inmensa mayoría de la gente que contribuyó a la grandeza del distrito, no había nacido en este lugar. Pero la campaña política de la oposición se apoyó en un eslogan que decía “vote al hijo del pueblo” que por supuesto era mi adversario circunstancial que aspiraba al mismo cargo.
Tal era la compenetración del nuevo lugar donde vivía y donde residía con mi familia, que fundé en 1957 la revista Atalaya, en cuyo primer número expresaba entre otras cosas: “Desde estas modestísimas columnas deseamos coadyuvar en Trenque Lauquen al esfuerzo de los otros medios de expresión, brindándole al pueblo una fuente de información que sirva con honestidad a los supremos ideales periodísticos de proveer el progreso de la comunidad”. En otro fragmento de ese editorial manifestábamos el deseo de ser “órgano de expresión que refleje una objetiva visión panorámica del aldeano Trenque Lauquen de ayer, preñado de lejanías y de acciones heroicas, y del inquieto andar ciudadano del presente, cargado de ansiedades y esperanzas, de frente al porvenir”.
Con todos esos antecedentes, de afincamiento al lugar, aún no había logrado totalmente la “carta de ciudadanía” para ser considerado un hombre de esta comunidad. Apartándonos de esa exageración, ocurre actualmente que de un día para otro da lo mismo ser candidato por la provincia de Buenos Aires, como de la Capital Federal o de una provincia del sur del país. Es decir como el vehículo todo terreno, en política se pueden hacer todas estas cosas que alteran e intoxican el sistema político y la vida y transparencia de los partidos políticos que nutren las arterias del cuerpo de la democracia. Si no se respetan determinados límites auto impuestos por convicciones éticas, cuando se llega al gobierno no es esperable que ese candidato mantenga una conducta acorde con los valores que se supone rigen las conductas de los hombres rectos, confiables y sinceros.

CON ACTOS NO ALCANZA

La experiencia nos ha demostrado que nadie puede resolver los problemas de una provincia, que en sí misma es un país, como la de Buenos Aires, si no conoce el terreno, su gente, su geografía, sus empresas, sus trabajadores, sus establecimientos de enseñanza, la labranza de sus tierras, el estado de sus hospitales, el trabajo de sus científicos.
No puede, por ejemplo, implementar una política de seguridad, si no se entera de lo que ocurre salvo por los noticiosos de la televisión que “crean una situación psicológica de inseguridad”.
No alcanza y no sirve que venga de vez en cuando la Presidenta a cortar una cinta en alguna ciudad del conurbano donde suele aprovechar para pronunciar un discurso que no tiene que ver con el acto en sí mismo sino para hablar del Fondo Monetario Internacional.


Esperanza de un nuevo amanecer


Es preciso terminar en la Argentina y en el mundo con los dobles discursos. Con lo que se cree y lo que se dice. Ya nadie se “traga esos sapos”. Más que una virtud, decir la verdad es un deber moral y una obligación patriótica. Hace falta tomar conciencia de que un juramento, es un juramento ante la propia conciencia, ante Dios –si es creyente- y ante la Patria. No se puede seguir mintiendo ni estafando al prójimo. La crisis que vive el mundo, debiera hacer reflexionar a los políticos y estadistas que ya no se puede jugar con la vida y el honor de las personas. Es una enorme inmoralidad que en términos de horas millones de personas en el planeta vivan en la angustiosa y desesperante situación de no saber qué será del producto del trabajo de toda una vida, mientras que los ejecutivos de las empresas quebradas auxiliadas por el Estado cobran honorarios de 500 millones de dólares al año.
Este será seguramente el fin de un tiempo, con la renovada esperanza de que aparezca un nuevo amanecer.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Cómo fue que el diario se hizo de derecha.