11.9.08

El pago de la deuda al Club de París: Los maquillajes políticos del cambio.Domingo 7 de Septiembre de 2008

Escribe: Juan Nazar Lebnen
Director de La Opinión

Argentina decidió cancelar el endeudamiento externo y evitar una auditoría. La medida coloca a la administración Kirchner de otra manera frente al mundo. La tradición del peronismo y su relación con la deuda externa.

El gobierno buscó sorprender con el pago de la deuda al Club de París, un secreto mantenido bajo siete llaves, del que no estuvieron enterados ni los propios ministros. El operativo respondía a la necesidad imperativa de salir del cerco en que se encontraba el país, aislado del mundo, y la dependencia incómoda de la compra de los bonos argentinos por Hugo Chávez, con intereses tres veces superior al financiamiento del odiado Fondo Monetario Internacional (FMI).
La cancelación del monto total de la deuda, no era indispensable. Los vencimientos representaban 4.200 millones de dólares, de un total aún indefinido de 6.700 millones, pero el gobierno pagó anticipadamente para evitar la auditoría del organismo internacional.

La medida favorece la posibilidad de que se abran para la Argentina los mercados financieros que manejan los países centrales, y oxigena el clima asfixiante que se había instalado en los centros del poder mundial, cuando se hablaba de nuestro país.
La Presidenta tomó debida nota de lo que significa estar en el mundo, y que esa dialéctica de uso común entre los políticos de enfrentarse a los poderosos, es sólo para el uso doméstico.
La verdadera soberanía se la ejerce con seriedad, y los procedimientos que regulan la relación entre los estados, es una realidad insoslayable, ya sea que adhieran al sistema capitalista, o transiten por el camino al socialismo.

PUNTO DE PARTIDA
Este arreglo es sólo una pequeña parte de las obligaciones internacionales. Es el punto de partida de un largo tránsito que nos llevará a negociar, en el corto o mediano plazo, la deuda global del orden de los 150.000 millones de dólares, sin contar los 30.000 millones que reclaman los bonistas que no entraron en el canje, y que el país se niega a reconocer.
Estos compromisos no pueden ser objeto de análisis, fuera del marco global de las deudas internas que enfrenta el país, consistente en la urgente renovación de la infraestructura vial, hospitalaria, educativa, del transporte aéreo comercial y de pasajeros, el plan energético, sin comentar otras necesidades básicas para el desarrollo sostenido del país, ni aludir a la exploración de las riquezas del subsuelo, y los requerimientos de una industria nacional que al ritmo de los avances tecnológicos demandará mayores insumos de materias básicas.
Lo que también se debe haber entendido es que no se puede improvisar ni gobernar a impulsos, urgidos por necesidades políticas de corto plazo. Tampoco resulta eficaz gestionar sin planificación, y sin equipos de trabajo del más alto nivel, comenzando por una participación activa del cuerpo de ministros en la discusión y análisis de los problemas del país. No se concibe la toma de decisiones desde una actitud individual, reduciendo la dimensión nacional a un diálogo entre dos.

PROGRESISMO
Es posible que por imposición de las circunstancias políticas y la gran movilidad que experimentan los diferentes segmentos sociales en todos los países del mundo, aquí también se pueden dar cambios muy significativos. Lo que se define como progresismo en la Argentina, tendrá varias vertientes, aún cuando el gobierno hace no pocos esfuerzos para aparecer como liderando esa corriente de pensamiento que no le es familiar al movimiento peronista tradicional.

El progresismo, tal como lo define Rubén M. Lo Vuolo, economista e investigador, está asociado con la imagen de movimiento, que avanza, que intenta superarse a si mismo, para lo cual se supone que debe confrontar con un entorno que lo aprisiona y que se identifica con lo conservador. Ser progresista se supone que es ser parte de un movimiento con proyección de futuro.
Para avanzar en esta definición política que es crucial, deberíamos aclarar lo que es sustancial al progresismo, tiene relación con valores y principios, que pone su capacidad para el desarrollo libre de las personas, para lo cual promueve la equidad social. El progresista –dice Vuolo- está a favor de la ciencia y el conocimiento tecnológico sin límites, pero está en contra de su apropiación concentrada y su descontrolada utilización.

NEOPROGRESISMO

El modelo de lo cual se habla frecuentemente, se aproxima al neoprogresismo, que es sinónimo de indefinición, de contradicción.
Lo neo tiene vinculación con políticas conservadoras, que paradójicamente, en función de que su protagonismo sea permanente, puede estar a favor de un cambio brusco como un supuesto progresista. Pero el cambio que pregonan es para no cambiar.
Se trata de un maquillaje (ser fashion) de constituir coaliciones que tengan componentes ideológicos afines a los cambios revolucionarios, un ropaje necesario para ganar adeptos, con el objetivo de reemplazar un capitalismo neoliberal, por otro capitalismo de amigos. En esencia es lo mismo. Los neoconservadores se asocian a los neo progresistas. En ambos casos utilizan el estado para “capitalizar grupos particulares de interés y para el clientelismo discrecional”.

EL JUSTICIALISMO
El justicialismo es un movimiento de masas, de claro tinte personalista. En su historia los componentes ideológicos lo aportó de alguna manera la agrupación Montonero, y un personaje central, que fuera delegado de Perón entre 1955 y 1959, John William Cooke.

En la carta en la que Perón lo designa como su delegado personal, le expresa que “en él (Cooke) reconozco al único jefe que tiene mi mandato para presidir a la totalidad de las fuerzas peronistas organizadas en el país y en el extranjero y sus decisiones tienen el mismo valor que las mías”. Cooke consideraba que el peronismo debía transformarse en un movimiento revolucionario, con estrategias insurreccionales, para lograr la toma del poder. Además criticaba lo que él denominaba la burocracia sindical y proponía separarla del peronismo.
A partir de su viaje a Cuba y de su entrevista con Fidel Castro y del Che Guevara en 1960, sostuvo la necesidad de convocar a la lucha armada, para conducir a la nación a una revolución social.

UNA VISIÓN REVOLUCIONARIA
En el siguiente texto, se puede apreciar la concepción ideológica revolucionaria de John William Cooke: “Caerán las estructuras de la depredación imperialista y las estructuras del despojo de este capitalismo que está llegando al término de su ignominioso reinado. Y pronto llegará el momento de las batallas definitivas, y el triunfo final, antes o después, ha de redimir todas las frustraciones de esta época de infamia. La teoría política no es una ciencia enigmática cuya jerarquía cabalística maneja unos pocos iniciados, sino un instrumento de las masas para desatar la potencia contenida en ellas”.

En sus escritos Cooke revela su pensamiento revolucionario, pero su designación como el delegado de Perón, era una de las tantas estrategias que ensayaba el general, de acuerdo con el tiempo y las circunstancias. Ese era el tiempo de hablar de socialismo y revolución, y John William Cooke, representaba ese momento crucial de la historia, donde la figura de Fidel Castro y del Che, se elevaban al firmamento de los grandes cambios revolucionarios, y Perón designó al hombre indicado para el tiempo indicado.

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