| Escribe: Juan Nazar Lebnen Director de La Opinión Asumió el nuevo presidente del Paraguay, el ex obispo Fernando Lugo, de 61 años. No es una noticia más. Es un hecho histórico trascendente en la vida de ese pequeño y sacrificado país, de algo más de seis millones de habitantes. En la Argentina -a muchos-, nos queda el dolor de que nuestro país haya participado de la guerra de la Triple Alianza que diezmó a su población de la que no se salvaron ni sus niños ni sus mujeres. Tierra también de dictadores feroces, que mantuvieron sometidos a sus pueblos, sumidos en la pobreza y en la ignorancia. Un partido político (El Colorado) que gobernó durante 70 años, fue la expresión más acabada de la corrupción, el Estado gendarme, la persecución política a sus adversarios y las más crueles iniquidades. EL CONTROL El poder de la clase dirigente –muchos descendientes de alemanes y de la Europa central-, supuso el control de todos los aspectos de la vida nacional, desde la economía, pasando por la educación, la cultura y la alianza con una Iglesia que respondía a esos intereses. Por ello, la asunción de Fernando Lugo, un hombre precisamente de la Iglesia, de esa iglesia de la mirada universal, que con los pies desnudos camina junto a los marginados de la vida, promete ser el que rescate de la miseria a millones de paraguayos, posibilitándoles una vida digna de ser vivida. El nuevo Presidente ha dicho al asumir que la pobreza (general del país) del 35 por ciento sobre una población de seis millones de habitantes, constituye una realidad obscena que ofende a cualquier hombre de bien. Ha manifestado su voluntad de hacer una reforma agraria para asentar a 300.000 familias, en situación de extrema pobreza, además de poner en marcha un plan de generación de empleo, uno de los aspectos neurálgicos de su gestión, donde la gran mayoría de los jóvenes tienen que emigrar porque no encuentran trabajo en su propio país, ni tampoco acceso a la educación. Ese ciudadano/a común carece de preparación y en su mayoría se desperdiga en nuestro país, (se estima en cientos de miles) realizando las tareas que los argentinos hemos abandonado. No lo será fácil al nuevo Presidente hacer los cambios que se propone. No tiene mayoría en las cámaras legislativas, y la oposición es muy fuerte. Tiene sí el apoyo de todo un pueblo, y de los pueblos solidarios de la América Latina, cuyos mandatarios estuvieron allí para demostrarle al mundo que en Paraguay ha comenzado una nueva era de justicia, libertad, y equidad social para todos sus habitantes, especialmente para aquellos que fueron ignorados como seres humanos. |
14.8.08
Un cambio trascendente .Sábado 16 de Agosto de 2008
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