| Escribe: Juan Nazar Lebnen Director de La Opinión Corría el año 1994. Estábamos en plena reorganización del diario La Opinión en el plano periodístico. Habían pasado por la redacción varios periodistas venidos de la Capital Federal y de La Plata, con muchos títulos que los acreditaba profesionalmente, como para asumir la responsabilidad de la redacción. En su momento cada uno aportó lo suyo, pero finalmente ninguno llegó a integrarse en plenitud con las exigencias que imponía el crecimiento de una ciudad y de una región, con las singularidades de su historia. Eduardo Falcón, estaba a cargo de la redacción del semanario La Prensita de Tres Lomas, con preparación universitaria en la Escuela de Periodismo dependiente de la Universidad Nacional de La Plata. Sabíamos de su capacidad, su inteligencia y sus ideales de cambio en un mundo atrapado por un materialismo salvaje. Fuimos hacia él, ofreciéndole el cargo de mayor responsabilidad en la redacción de este medio periodístico, con el generoso beneplácito de Andrés Pocchiola, director propietario de La Prensita. NUEVA ETAPA De este modo comenzó una nueva etapa en la vida de Eduardo, que la compartimos intensamente dentro de la redacción donde se inicia un nuevo tránsito con la incorporación de un equipo de periodistas jóvenes, de quienes es guía y maestro y pone el pecho en el error y en el acierto. Se acostumbra a guerrear con la vida, y cuando ésta le es esquiva la observa con fina ironía, para decirle que seguirá viviendo en la conciencia colectiva. En ese camino de inquietudes, afanes de progreso, y el palpitar creativo que habita bajo la piel de todo periodista genuino, Eduardo Falcón se encaminó vigoroso hacia la conquista de los nuevos espacios que pondrían alas a su pensamiento. Arremetía –al estilo almafuerteano- hacia el objetivo superior sin distraerse con los ruidos que provocaban su irrupción. Manejaba con fina habilidad y dura contundencia el estilo de su pluma, traductora de un pensamiento de avanzada. POLÉMICA Puso proa en los mares tormentosos, y no se sustrajo a la polémica esclarecedora, sin que ello salpicara la condición de las personas. Como es tradición en este diario, abrió sus páginas para que fluyeran en ellas todas las corrientes de opinión. Es por ello también que este medio se transforma en el vehículo de tantas inquietudes comunitarias. Así lo entendió Eduardo, y de ese modo lo vivió intensamente y lo trasmitió a sus colaboradores más cercanos. A veces discutíamos, en esos diálogos alumbradores del eterno conflicto del ser y del no ser. En el punto más álgido de la reflexión profunda, se establecía la convergencia entre formas y estilos, que no modificaban lo esencial de una concepción filosófica de vida. No se ha ido de este lugar, un taller de vibrantes quehaceres y emociones, un periodista cabal que ha rozado las alturas, sino el hombre, el compañero y el amigo de muchos infortunios. En la Hora del Crepúsculo, se silencian las máquinas, pero siguen titilando las estrellas.
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14.8.08
En la hora del crepúsculo. En memoria de Eduardo Falcón, secretario de redacción de La Opinión.
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