Escribe: Juan Nazar Lebnen
Director de La Opinión
Hay un antes y un después del conflicto con el agro. Lo que ha fracasado es un estilo de conducción y una forma de gobierno. Los sueños incumplidos, el proyecto Kirchner y la resolución 125, en el análisis.Los acontecimientos políticos se suceden con mucha rapidez en la Argentina. Ninguno de los politicólogos y analistas que suelen tener columnas de opinión en los medios masivos de comunicación, pudieron ofrecer un diagnóstico aproximado de la realidad, antes del 11 de marzo. Pero claro, después de ocurridos los hechos, cualquiera se transforma en analista y busca predecir el futuro. El fenómeno no es sólo de los supuestos entendidos, también se extiende a los políticos, a los periodistas y a casi toda la dirigencia argentina de los distintos sectores sociales.
LA PRIMERA PIEDRA
Quien realizó la lectura más equivocada de la realidad fue el propio gobierno y su jefe político, que dilapidó en seis meses una imagen que había sostenido en alto durante más de cuatro años, ya sea por los supuestos éxitos alcanzados, o porque enfrente no había una oposición creíble que pudiera ser alternativa de gobierno, o quizás por ambas cosas. Se observa en perspectiva que el oficialismo tiró demasiado de la cuerda. El jefe político mayor, autor de la transversalidad, tropezó con la primera piedra que descalabró toda la estantería que había armado con esmero. El campo no estaba en los registros de la administración Kirchner. A tal punto, que hubo un secretario de Agricultura que casi nadie conoció, que no intervino en ninguna discusión, que se lo desconoció como interlocutor y que finalmente se fue sin penas ni glorias.
LOS SUEÑOS INCUMPLIDOS
El hombre del sur que llegó a gobernar el país, por un juego político de Duhalde –ahora enfrentado- sintió que venía a inaugurar un nuevo tiempo en la Argentina. Ese sueño lo tuvo Juan Domingo Perón en 1945, con la creación de la “Nueva Argentina”, y hay que admitir que produjo un cambio social de proporciones en el país, aún a costa de sacrificar las libertades democráticas para imponer la hegemonía del partido único. En su largo exilio de 18 años, el máximo líder político que ha tenido la Argentina, aprendió de sus errores y en su tercera presidencia demostró grandeza al llamar a su mayor opositor de toda su vida política, Ricardo Balbín, para que lo acompañara. Y puso en marcha un plan y un proyecto nacional que fue acompañado por la inmensa mayoría de los argentinos. Respetó a los poderes institucionales y presentó a la Asamblea Legislativa en su mensaje del 1° de mayo de 1974, los fundamentos políticos, económicos y filosóficos de un plan para la reconstrucción del país. Con su muerte, se escribió otra historia, la más trágica de la vida de los argentinos del siglo XX.
LA FRUSTRACIÓN DE ALFONSÍN
Después de la dictadura militar que ensangrentó la República, con el advenimiento de la democracia, y un Raúl Alfonsín que recitaba el preámbulo de la Constitución Nacional y la consigna de que con la democracia “se come, se vive y se educa”, provoca febriles entusiasmos sobre todo entre los más jóvenes. Así llega a la Presidencia de la Nación, y desde allí concibe la creación del tercer movimiento histórico y plantea el traslado de la Capital Federal a Viedma, Rio Negro, un proyecto de dimensiones faraónicas, que tenía similitud con la construcción de Brasilia, la nueva capital de Brasil, a 950 km. De Rio de Janeiro, antigua sede del gobierno central. Alfonsín no fracasa por sus ideas, sino por los errores garrafales de planes económicos que provocaron la hiperinflación, que lo obligó a la entrega del gobierno con anticipación.
EL PROYECTO KIRCHNER
El gobierno de Néstor Kirchner intentó algo parecido con su transversalidad, cooptando dirigentes de otros partidos políticos. Logró prácticamente reducir a la oposición a su mínima expresión, en gran parte debido a la incapacidad de la oposición que se quedó sin discurso. Pero Kirchner terminó su mandato sin poder articular el movimiento que hubiera deseado y tuvo que volver a las fuentes, a ese viejo justicialismo del que tantas veces había abjurado. Manejó el gobierno con gran discrecionalidad. Con la salvedad del cambio positivo de la Corte Suprema de Justicia, sus ministros no existieron. Gobernó con su esposa, Alberto Fernández, Zannini y De Vido. Se reeligió prácticamente a si mismo designando a su esposa como Presidenta de la Nación y él asume la conducción del justicialismo y se involucra en las acciones de gobierno.
LA RESOLUCIÓN 125
Con el propósito de hacer caja de cualquier costado, fuentes informales dan cuenta que le pidió a Martín Lousteau, el joven carilindo ministro de Economía, que buscara de dónde obtener 1.500 millones de pesos que le eran indispensables al gobierno de Cristina. Lousteau, le dijo de donde obtenerlos, y allí fueron con la resolución 125, que resultó ser la piedra del escándalo. Ni el gobierno, ni la oposición, imaginaron la reacción del agro, que no nació de las entidades sino de los productores que fueron fielmente interpretados por sus dirigentes. Kirchner, que no conoce el campo ni a sus dirigentes, creyó que era una rebelión que se desgastaría en pocas semanas y vendrían al pie, “de rodillas”. Craso error. No solo se mantuvieron durante 120 días en las rutas, sino que lograron el apoyo de los empresarios de la ciudad, de gran parte de los dirigentes de nota del justicialismo, incluido gobernadores, legisladores e intendentes. Se dividió el bloque de diputados y senadores y el gobierno perdió la pulseada en las cámaras.
OTRA REALIDAD
Hay otro país y otra realidad. Un antes y un después del conflicto con el agro. Lo que ha fracasado es un estilo de conducción y una forma de gobierno. Nadie en el país, se ha demostrado, tiene los atributos del super líder que cuya palabra tenga la potestad suprema de no ser acatada. El alto grado de conciencia de la ciudadanía, ya no les permite a sus representantes hacer cualquier cosa. Ahora la rendición de cuentas es muy severa. Los legisladores no pueden regresar a sus provincias si han votado una resolución que contraríe los intereses de su región.
LA LUCHA CONTRA EL HAMBRE
La lucha actual es contra la pobreza y la miseria extrema. No es concebible, es repugnante y obsceno que haya millones de personas que huyen de sus países de origen para mitigar su hambre en otros continentes. Y que la Europa orgullosa de hoy, haya perdido la memoria histórica de cuando sus hijos corridos por el hambre y las guerras, atravesaron el Atlántico para llegar a nuestras playas en busca de trabajo, hogar y paz. Las grandes potencias y las Naciones Unidas, toleran al extremo que los gobiernos de esos países apliquen políticas de hambre para con sus pueblos. Son también responsables de un verdadero genocidio que ofende la conciencia de la humanidad. Los argentinos no podemos darnos el lujo de dilapidar nuestros recursos. Podemos alimentar a más de 350 millones de personas, según la FAO.
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