| Escribe: Juan Nazar Lebnen Director de La Opinión Un repaso sobre la política aplicada por los gobiernos kirchneristas, desde la asunción de Néstor Kirchner hasta el conflicto con el agro. La redistribución de la riqueza sigue siendo una deuda pendiente. El discurso conciliador de la Presidenta Cristina F. de Kirchner, sin bien realizó un aporte para retomar un camino de diálogo, no alcanzó para disipar malentendidos. Muchos de los protagonistas de este enredo se preguntan por qué se ensaya tardíamente una presentación de la propuesta del gobierno, cuando ello pudo hacerlo desde el inicio, o desde el mismo momento en que se originó la idea de recaudar fondos extras para un fin determinado. De haberse hablado esto desde el comienzo con los sectores afectados por la medida es probable que el país se hubiera ahorrado las cuantiosas pérdidas que le ha significado un paro que inmovilizó la economía por 90 días y cuyas consecuencias se prolongan en el tiempo. PEDIR PERDÓN Lo más destacado del discurso presidencial –un gesto impensable en la era Kirchner- fue el pedido de perdón por palabras que hubiera pronunciado hacia quienes han encabezado esta rebelión del agro. Aún cuando la mandataria no se privó de lanzar recriminaciones, el pedido de perdón es un gesto que ennoblece a quien lo formula. La grandeza de espíritu es lo que convoca a la humildad, lo que hace sentir a los seres humanos que son pasibles de equivocaciones y que no hay verdades absolutas de las que alguien –por muy poderoso que sea- se pueda adueñar. Perdonar no significa otorgarle la verdad al contrincante, es reconocer por quien lo formula que ha podido superar un sentimiento negativo que le impide ser ecuánime en su juicio de valor. El perdón de la Presidenta no es un hecho menor. Trasciende por lejos a lo sectorial para adentrarse en lo profundo del sentimiento humano. Frente a ella y en primera fila estaba la dirigencia de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, que adhieren a la política sobre derechos humanos de este gobierno. SER LIBRE El discurso conciliador de la Presidenta descolocó a algunos funcionarios menores, entre los que hubo también intendentes, que pronunciaron palabras para olvidar, pero que quedaron impresas en letras de molde. Hay quienes confunden la verdad con la intemperancia, están los que creen que el grito airado es sinónimo de franqueza o la trasgresión una virtud. En los tiempos que vivimos, sin necesidad de caer en la hipocresía, se impone la necesidad de saber escuchar los argumentos de quienes disienten, para ello se luchó y se lucha ardorosamente en el país y en el mundo por los derechos elementales del hombre cuya primera condición es la de ser libre no sólo para pensar sino para decir lo que piensa sin temor a ser censurado. Una democracia vigorosa se asienta en el respeto de la opinión ajena, por mucho que esas opiniones se ubiquen en las antípodas ideológicas de las propias. EL PROBLEMA SOCIAL El gobierno kirchnerista ha realizado una gestión exitosa en muchos sentidos. El país salió de un enorme tembladeral. La percepción que se tenía en el 2001 era que estábamos al borde del abismo. Hubo cinco presidentes en una semana. La anarquía estaba golpeando las puertas. Pero hubo un hombre que asumió la presidencia provisional del país –Eduardo Duhalde- que con gesto sereno y mente lúcida transmitió un destello de esperanza. Las aguas volvieron a su cauce, y fue renaciendo la confianza en dosis homeopática en el pueblo argentino. Tuvimos luego un presidente elegido democráticamente, que mientras gestionaba, ocupaba el atril para pontificar sus verdades al país. La principal oposición que venía de un estruendoso fracaso, se desarticuló y nadie se detenía a escucharla. Al final de su mandato, el Presidente Kirchner, designa para sucederlo a su esposa, y la mayoría de los argentinos lo asumieron casi con naturalidad. No hubo consulta, no hubo debate, a nadie le preguntaron si estaba o no de acuerdo. Con el silencio se dio por aceptada la decisión del jefe del gobierno y líder del movimiento que lo ungió al poder. En la Argentina, hace más de 20 años que gobierna el peronismo en sus distintas versiones. Esta última versión, como diría Perón, ensaya un giro hacia la izquierda, aunque ello no da patente de progresismo. También como en los anteriores gobiernos del mismo signo, el problema social, se transforma en el eje de las preocupaciones, mucho más acentuado porque a los pobres estructurales se han agregado los nuevos pobres provenientes de las clases medias. EL DESTINO DE LAS RETENCIONES Esta movilización del campo no se parece a ningún otro acontecimiento de los que se han vivido en las últimas décadas por mucho que se esfuercen desde el gobierno en emparentarlo como una reacción de los grupos oligárquicos. Es una simplificación que elude un análisis de fondo. La tardía explicación que brindó la Presidenta sobre el destino de los fondos provenientes de las retenciones a las oleaginosas, se pareció a la necesidad de justificar ante la opinión pública el carácter social de la medida adoptada, y de paso descalificar la sospecha de que iba a un pozo negro o a pagar los servicios de la deuda externa. Tampoco sirve el argumento de que la propiedad de la tierras tienen valores sin precedentes. El productor chacarero no vive del valor de mercado de la tierra porque no se dedica a negocios inmobiliarios, sino a lo que produce y en ello radica las ventajas comparativas que posee el campo argentino en su relación con las explotaciones agropecuarias de otros lugares del mundo. Si el gobierno desea efectivamente combatir las desigualdades sociales, debe comenzar por entregar al país un plan debidamente elaborado, con intervención del Congreso Nacional. Se parece mucho a improvisación el que se descubra ahora que no estamos atendiendo la salud ni la educación ni el techo de los que menos tienen. Este gobierno va por los cinco años que está en el poder. Los grupos concentrados de la economía están en el mejor de los mundos, y la justa distribución de la riqueza es un antiguo eslogan que sigue tan distante como siempre. Las deudas impagas, olvidadas Poco se habla o se escribe sobre la deuda externa argentina, a partir de que el país canceló su compromiso con el Fondo Monetario Internacional de 10.000 millones de dólares, para evitar que ese organismo siguiera auditando la marcha de la economía argentina. De todos modos, la cancelación de ese monto con el FMI, no exime al país de su deuda global con los acreedores externos que al primer trimestre de este año ronda los 145.000 millones de dólares, que no incluye la deuda de 30.000 millones no presentada al canje, y que puede “permanecer impaga indefinidamente”, según lo consigna Ismael Bermúdez (Clarín 8/6/08). LA INFLACIÓN Del total de la deuda, el 53,35% -según el informe- está contraída en moneda extranjera y el resto en pesos, en su mayoría atada al CER, que sigue la variación del cuestionado Indice de Precios al Consumidor. Así, cada punto de inflación aumenta la deuda en casi 1.700 millones de pesos. De ahí la intervención al INDEC, para manipularlo conforme a las necesidades del Estado Nacional. De paso, internamente, hacerle creer a los argentinos que la inflación no llega al 10% anual, cuando en la realidad las consultoras privadas anotan de un 25% al 30%, de fácil comprobación por las amas de casa que van al mercado todos los días. Para combatir las desigualdades sociales se le debe dar intervención al Congreso. | |
12.6.08
Tras el discurso de Cristina Fernández de Kirchner: Panorama de inquietantes nebulosas.Domingo 15 de Junio de 2008
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