Escribe: Juan Nazar Lebnen
Director de La Opinión
La historia argentina está colmada de contrastes, desde su misma fundación. Ya Mariano Moreno tuvo serias disidencias en la Primera Junta de gobierno patrio, mientras era el secretario y Cornelio Saavedra el presidente. Moreno quería unificar el poder total en la Junta, sin atender demasiado a los delegados del interior del país. Escribía: “para conseguir el ideal revolucionario hace falta recurrir a medios muy radicales”. En el genio político de Moreno, no admitía las voces dispersas del interior. Necesitaba unificar el discurso. Fue el primer unitario.
Prologamos esta nota con una apelación a la historia, que muchas veces nos ayudan a entender que nos pasa en el presente, en el que advertimos signos de cansancio por alguna forma de hacer política, que suele conducir imperceptiblemente hacia nuevas formas de violencia. Y hay muchas formas de ejercer esa violencia, que se hace por distintos medios.
NACE EL PIQUETERISMO
El piqueterismo surge en la Argentina por imperio de las necesidades elementales de lograr comida para los desposeídos y marginales. Para los que habían sido expulsados de la sociedad de consumo. Utilizaron el método de los cortes de calles, de las batucadas, de los pañuelos sobre el rostro, de los escraches. Ganaron las calles de la ciudad de Buenos Aires especialmente, como el espejo que se refleja al resto del país. El gobierno de Kirchner toleró sus marchas y les dio apoyo. Cooptó a muchos de sus dirigentes y les entregó cargos importantes en el gobierno nacional. Lo mismo hizo con las Madres de la Plaza de Mayo, que dejaron de circular por las plazas y se incorporaron al gobierno o fundaron institutos y universidad, que son financiadas por el estado. El gobierno entendió que había que asimilar las protestas, e integrar a sus protagonistas a la causa de la Nación. Se ocupó –el gobierno- de cooptar a dirigentes políticos opositores, con lo cual iba cerrando un círculo que dejaba fuera a una oposición simbólica que le resultaba necesaria para legitimar su condición de democrático.
APLICACIÓN DE UNA POLÍTICA
En paralelo, vinieron años prósperos para la Argentina que creció a tasas chinas, con una favorable posición internacional que revalorizó nuestra condición de potencia agroalimentaria. La sociedad aceptó y consumió una política de apriete impositivo y de retenciones cada vez mayores a la producción agropecuaria. Mientras el aparato productivo estuviera en marcha, la desocupación disminuyera y los salarios respondieran a las necesidades de los trabajadores, había margen para bancarse las necesidades de caja del estado nacional. Se contuvo el alza de las tarifas de los servicios públicos, mediante generosos subsidios a las empresas concesionadas. Todo ello se admitió, se toleró en homenaje a los más necesitados y a una política que si bien no provocaba grandes entusiasmos, ofrecía signos de apertura hacia una vertiente ideológica afín con lo que estaba ocurriendo en el mundo, pero en especial en Latinoamérica. En otras palabras, se admitía de algún modo la socialización de la economía, los servicios públicos y otros aspectos de la vida nacional, si ello contribuía a una mejor distribución del ingreso y una mayor equidad social.
UNA REBELIÓN INESPERADA
Las últimas medidas para hacer caja sin mayores explicaciones, fue un nuevo manotazo a los ingresos provenientes de las exportaciones de granos, lo que provocó una rebelión no calculada ni esperada por el gobierno y la misma sociedad. Con voz estentórea, los productores genuinos, más allá de sus propias dirigencias, dijeron: ¡hasta aquí llegaron!. Hoy la cuestión excede a sus propios autores. La sociedad, en sus diferentes expresiones, ha reaccionado casi con ira en algunos casos. Y la reacción viene ya no tanto por las retenciones que han pasado a un segundo plano. Aparece por otros costados que el gobierno debiera saber leer. No en vano hoy las encuestas ya no se publican. Están dando resultados alarmantes para las figuras del gobierno. Se está produciendo en la sociedad un fenómeno de cansancio y agotamiento por el estilo y por una forma de gobernar. ¡Cuidado!
1 comentario:
Del programa “Marca de Radio” de Eduardo Aliverti
La derecha argentina, y sobre todo sus referentes campestres aunque ya no sean la oligarquía tradicional, es proverbial en el salvajismo de sus apetencias…
Los K pueden tener, y tienen, todas las insuficiencias ideológicas que se quieran, además de espeluznantes defectos operativos. Pero lo que tienen enfrente da ganas de vomitar. Gente que en nombre de sus chacras habla de que hay una dictadura civil, que se pone la escarapela por una tonelada de soja, que se horroriza por el vestuario presidencial pero no por cómo los agronegocios se copulan a la Argentina. Esa gente que le paga a la peonada los salarios más bajos del país, esa gente que no quiere saber nada de reintegros porque tendría que blanquear sus negras operaciones. Esa gente. Ese De Angeli que los medios ponen en cadena nacional cada vez que pega cuatro gritos disfónicos, y que como buen gaucho desclasado verbalizó que lo único que le importa es volverse a trabajar a su campito. Esa Carrió, que encontró el sentido de su vida en las predicciones catastrofistas que mezclan la moral del Che Guevara con los intereses de Luciano Miguens. Esas conchetas teflonarias, y esos hijos de sojeros que ocupan el inmobiliario especulativo urbano con la plata que les giran los campestres que dicen que el campo no da más. Esos piqueteros pero blancos, como dijo el vice la Rural. Esa gente, que irrumpe desde el trazado histórico de este país al lado de Roca, de Uriburu, de la Libertadora, de Onganía, de Martínez de Hoz, de Videla, de Menem. Esa gente…
Como dice Cortázar en “La Patria”, ese poema que debería ser el himno nacional: pobres negros, que juntan las ganas de ser blancos; y pobres blancos, que viven un carnaval de negros.
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