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Tras la protesta agropecuaria de 21 días: Una prueba de fuego para el gobierno. Domingo 6 de Abril de 2008

Escribe: Juan Nazar Lebnen
Director de La Opinión

La Presidenta de la Nación creía que tenía bajo control el sistema político al disciplinar a intendentes y gobernadores pero la efervescencia de los ruralistas desarticuló la red de poder. Qué quedó después del conflicto y cómo debe encauzarse el diálogo desde ahora. Es fundamental que el Parlamento recobre su protagonismo y no sea mero receptor de los envíos del Ejecutivo.

El paro agropecuario dejó muchas cosas al descubierto. Desde lo político ideológico, provocó un enorme revulsivo, especialmente entre los sectores alineados en la izquierda del espectro político argentino. Casi nadie estuvo exento de los estremecimientos que produjo un movimiento que no estuvo en la agenda del gobierno ni de las estructuras partidarias. Las cosas hasta ese momento estaban relativamente claras y todo salía conforme a los estrategas de la Casa Rosada que marcaba la cancha.
La estrategia de Kirchner –el gran armador del mecano político argentino- funcionaba conforme a sus previsiones. Una centro derecha comandada por Mauricio Macri y una centro izquierda encarnada en su persona. Los que no estuvieran dentro de ese contexto eran grupos marginales que se flagelaban con la ideología pero de escasa o ninguna significación a la hora del sufragio.

EL ESCENARIO

La concepción de Kirchner venía dando sus resultados. En ese esquema, la más dura opositora por izquierda como Elisa Carrió, con sus últimos reacomodamientos aparece un tanto desdibujada dado sus acuerdos con la línea radical de Enrique Olivera y la incorporación de Prat Gay –un liberal- a sus equipos económicos.
Puesto en escena este esquema, la concepción kirchnerista avanzaba sin dificultades. Los gobernadores e intendentes mayoritariamente funcionaban disciplinados por la necesidad de contar con el financiamiento del gobierno central, transformado en el gran dispensador de favores.
Hasta los supuestos opositores como Binner moderaron el tono para no indisponerse con la Casa Rosada. La excepción la constituyen los Rodríguez Saá en San Luis que manejan el feudo con gran eficacia y la han transformado en una suerte de república, dentro de la República.
Así expuesta esta interpretación doméstica de la política, la jugada planteada por Kirchner, naufragó frente al desafío de los pequeños y medianos productores liderados por Federación Agraria, una entidad ubicada a la izquierda del espectro político. La irritación del gobierno provino especialmente de la actitud asumida por esa entidad a favor del paro.

UNA GESTA

Puesto de este modo, en la intimidad del gobierno se admiten los errores cometidos, pero nunca lo harán públicamente.
En esta gesta protagonizada por los productores agropecuarios, que emergieron de sus campos, de sus chacras, y colocaron sus herramientas de trabajo en el medio de las rutas, establecieron sin saberlo, un punto de inflexión en el acontecer del devenir político argentino.
La espontaneidad del movimiento, la solidaridad de gran parte de quienes pertenecen a otras actividades económicas de las ciudades, produjo un fenómeno de una dimensión impensada que se extendió al conjunto de la sociedad, con independencia de los acuerdos y desacuerdos que invadió el sentimiento colectivo. Puso en serios aprietos a los políticos de las distintas variantes ideológicas.
Los propios gobernadores e intendentes del oficialismo, se encontraron en situaciones incómodas y algunos dirigentes K, no dudaron en apoyar el movimiento agropecuario. Apareció en el escenario una nueva versión del federalismo.

UNA PROTESTA

En silencio, hay mandatarios provinciales que mascullan su protesta del unitarismo exacerbado que se viene dando en el país, que concentra la política recaudatoria para luego redistribuir subsidios en forma discrecional, según los criterios políticos que impera en el gobierno nacional.
Esta es una de las consecuencias inevitables que abrirá un nuevo debate en el escenario político, cualquiera sea el resultado de las negociaciones que comienzan en estas horas entre los dirigentes del campo y los funcionarios nacionales.
Por mucho esfuerzo que haga la Presidenta para presentarse como presionada en una gestión que lleva apenas unos 100 días, la opinión generalizada es que se trata de la continuidad de una administración que comenzó hace más de cuatro años y medio con su esposo.
El eslogan de campaña de la Presidenta fue el cambio dentro del cambio. Si ello es así, porque busca darle mayor calidad institucional a la gestión que encabeza, se impone morigerar el monólogo y comenzar a tener a dialogar a través de los medios de comunicación por mucho que no le agrade. Los medios no son opositores, como cree el matrimonio que gobierna; muchos de esos medios están en poder del estado o de amigos del poder. Pero los medios están para informar y también para criticar. Es su misión.

ABRIR EL DIÁLOGO

Retomar en serio el diálogo con la sociedad, impone una apertura en distintas direcciones. Con el periodismo, con los partidos políticos de la oposición, con las organizaciones sociales, con la cultura. El Parlamento debe recobrar su dignidad, y no ser oficina de recepción de los proyectos que envía el Poder Ejecutivo. No es tolerable en una democracia evolucionada que se le acuerden poderes especiales al Jefe de Gabinete, para que disponga discrecionalmente de partidas de miles de millones a su entero arbitrio. Honrar a la República significa fortalecer el federalismo, promover a las economías regionales, cumplir a rajatabla con las normas constitucionales; que el Parlamento sea expresión de la voluntad popular, y los gobernadores asuman su verdadera condición y no estar sujeto a lo que le marcan desde el poder central. No hay nadie en el país, que pueda arrogarse el poder supremo para determinar el destino de los argentinos.

LA CONCENTRACIÓN ECONÓMICA

El conflicto entre el gobierno y los productores agropecuarios, desató una polémica de carácter ideológico en muchos de los círculos sociales y políticos de la Argentina. La pregunta pasa por conocer dónde está la concentración del poder económico en la Argentina. El discurso político por su parte habla de la redistribución equitativa de los ingresos, los poseedores de la tierra, los sectores postergados, las finanzas internacionales y el imperialismo del dinero, las políticas impositivas, la función de los bancos, el significado del trabajo y el empleo, los que hacen exhibición obscena de riquezas, frente a un millón y medio de personas que no tiene agua potable en el conurbano y de ocho millones de personas que no tienen cloacas en la Argentina. El paro develó muchas luces y sombras en el escenario nacional.

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