3.4.08

Punto de inflexión inesperado.Jueves 3 de Abril de 2008

Escribe: Juan Nazar Lebnen
Director de La Opinión

Las voces se acallaron por ahora. Después de los acalorados debates, de las rutas cortadas, de la leche derramada, de la soja, del trigo, de la carne, de los viñedos, del arroz y los algodonares; después de los encuentros que fueron desencuentros, después de pasar revista a la historia para legitimar el presente, del federalismo indómito y el unitarismo exacerbado, la Plaza de Mayo y el grito de Galeguaychú, comienza un nuevo tiempo.
Es el tiempo de la reflexión, de abandonar las frases altisonantes, de la actitud responsable, del análisis sereno, de la búsqueda de las coincidencias. Rescatando lo rescatable del discurso presidencial, vayamos a lo menos confrontativo, a lo que tiene valor para continuar con un diálogo con auténtica y sincera vocación de escuchar al otro.
De algo tiene que servir lo acontecido en estos 21 días que marcaron un antes y un después de una jornada protagonizada por aquellos menos pensados, los no acostumbrados a las reuniones tumultuosas, a los gritos destemplados; que vienen de los que casi no conocen las sedes de los partidos políticos y que casi no ven los rostros de sus dirigentes gremiales.

BARAJAR DE NUEVO

Cuando aparecen estas cosas que rompen los esquemas del análisis político habitual, donde pareciera que todo está bajo el control de los pitonisos que aconsejan a los gobiernos y a las dirigencias de todo tipo y color, merece detenerse y barajar de nuevo.
El impuesto al té que los ingleses le aplicaron a los productores norteamericanos fue el prolegómeno de un alzamiento generalizado de los que cultivaban ese producto, que atizó el sentimiento de libertad que años después culminó con la Declaración de la Independencia.
En nuestra historia, Mariano Moreno desde La Gazeta, cuando todavía no estaba definido lo del gobierno propio, denunciaba desde «La Representación de los Hacendados» el monopolio del comercio ejercido por la corona española. Entrevieron entonces, junto a Manuel Belgrano y otros vecinos de la burguesía porteña, el camino para avanzar hacia la independencia de las colonias del Río de la Plata.

DEMOCRACIA GENUINA

No todo es lineal en los movimientos económicos y sociales. Suceden allí donde menos se espera. Como se dice en el campo, la liebre salta de cualquier matorral.
Es evidente que aquí se hizo una lectura equivocada de la realidad, por ese afán desmedido de engrosar la caja recaudadora, sin ofrecer a cambio una contrapartida de obras y servicios claramente definidos al alcance del entendimiento común.
En una democracia genuina, donde debieran funcionar a pleno todos los poderes, es inaceptable que el Congreso nacional delegue facultades extraordinarias al Poder Ejecutivo que legisla por decreto. Estos atributos constitucionales de las cámaras legislativas que resignan a favor de una conducción política unipersonal, le infieren un daño mayúsculo a la calidad institucional que la Presidenta dice defender y mejorar.

LENGUAJES

Se habla con ligereza desde las altas esferas de 200 años de fracasos, se repite aquello de la «nueva Argentina», que nunca un gobierno constitucional tuvo tantas dificultades.
Estamos lamentablemente ante un lenguaje que sorprende. Antes de Perón y después de Perón, no hubo gobierno constitucional en la Argentina que no haya tenido que luchar con enemigos abiertos y emboscados.
A Frondizi le hicieron 33 planteos militares de carácter golpista hasta que finalmente lo tumbaron. El presidente Illia fue derrocado por un golpe militar. Raúl Alfonsín tuvo que entregar el poder antes de tiempo y el sindicalismo le hizo trece huelgas generales.
En estos cuatro años y medio de gestión kirchnerista, es la primera vez que le dicen «espere un momento, no avancen sin consultar».
Pocas veces en la historia de estas últimas décadas -o ninguna- se ha visto a una ciudadanía con una conciencia cívica más desarrollada en términos de tolerancia y de respeto por las instituciones. Lo que irrita, es el monólogo detrás de un micrófono. Es la sensación de que la democracia se parezca a una ficción, aunque no lo sea.

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