24.4.08

Confrontación permanente. Sábado 26 de Abril de 2008

Escribe: Juan Nazar Lebnen
Director de La Opinión

El expresidente Néstor Kichner en su mensaje como presidente del justicialismo, dedicó su discurso a lanzar duras acusaciones hacia sus presuntos enemigos, especialmente a los sectores del campo a quienes responsabilizó por el desabastecimiento, y expresó con furia que “yo no se por qué nos llenaron de humo, nos quemaron los campos y nos desabastecieron. Ganaron mucho dinero en mi gobierno y ahora con la nuca a los argentinos”.
Las respuestas a esa furibunda acusación no tardaron en ser respondidas con firmeza, pero en tono moderado. El presidente de CRA, Mario Llambías quien en su rechazo a los términos de barricada de un Kirchner exaltado, respondió que “lo que me preocupa es que, por un lado, la presidente nos dice que quiere dialogar, que tenemos que buscar caminos de cordura, y parece que su marido nos quiere enfrentar más. Además tiene mala información, porque se puede exportar y tener precios internos baratos”. Por su parte el presidente de Federación Agraria, opinó: “Esto va a caer muy mal; es peligroso hablar en ese tono”.
El expresidente –que habla y opera como si fuera el presidente real- utiliza un lenguaje plagado de acusaciones, amenazas, reprimendas y demoniza a sus adversarios que además no tienen la oportunidad de usar discrecionalmente los medios de comunicación audiovisuales. El nerviosismo que trasmite el señor Kirchner, es una clara demostración de debilidad y redobla la apuesta con más gritos, más acusaciones y más muestras de intolerancia. Con su nuevo protagonismo ha opacado las funciones de su esposa que supuestamente es la Presidenta de todos los argentinos.

LA HISTORIA

El estilo de confrontación permanente de este gobierno que hasta el presente le ha dado resultado, está llegando a su agotamiento. Los argentinos han pasado por esto mismo en la historia de las últimas décadas. Cuando Juan Perón advertido de que la oposición crecía en contra de su gobierno, dio aquel célebre discurso de los alambres de fardo y del cinco a uno. Por “cada uno de los nuestros que caigan, caerán cinco de ellos”.
Esa postura del hombre que finalmente fue derrocado y se resguardó en una cañonera paraguaya y estuvo en el exilio durante 18 años, a su regreso triunfal al país donde lo aclamaban tres millones de personas en 1973, trajo consigo un mensaje de paz y de unión entre los argentinos. Entre la enorme muchedumbre que se había convocado en la histórica Plaza de Mayo, los montoneros gritaban: “qué pasa, qué pasa, qué pasa general, que está lleno de gorilas el gobierno popular”. Desde el balcón de la Casa Rosada, el Presidente Perón los llamó “imberbes” y los expulsó de la plaza. No fue un hecho menor. El hombre que se había exiliado porque quiso impedir un baño de sangre en el país, a sabiendas de que podía resistir porque tenía unidades militares que les respondían, prefirió marcharse a un largo y penoso exilio que se extendería por 18 años. Tuvo la estatura del estadista –a su regreso- de admitir errores.
Todos los argentinos –o buena parte de ellos- conocen lo que sucedió a la muerte del líder más carismático que tuvo la Argentina. El pueblo en su conjunto –aliados y opositores- rezaban por la precaria salud del Presidente, porque todos estaban conscientes que con su desaparición sobrevendría el caos, la guerra, y la destrucción, que fue lo que finalmente ocurrió.
Esa recurrencia al pasado del expresidente Kirchner, pretendiendo asociar la rebelión del campo a una conspiración similar a los golpes militares del ‘55 y del ‘76, carecen de todo rigor de análisis político y se convierten en exaltados discursos de barricadas dirigidos a los pequeños grupos que lo escuchan en torno al palco, pero que se proyectan al país a través de la televisión. Es además potencialmente peligroso arremeter con discursos virulentos, ocupando los primeros planos en los medios de comunicación como si fuera el verdadero presidente de la Nación, en claro deterioro de la imagen de su esposa. Un hombre de su expectabilidad política está obligado moralmente y por respeto a las instituciones de la República a ser un factor de unidad y no de enfrentamientos entre los argentinos.

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