27.3.08

¿Es la economía, o algo más?Jueves 27 de Marzo de 2008

Escribe: Juan R. Nazar
Director de La Opinión

En 1992, Bill Clinton acuñó la frase “es la economía, estúpido” que fue eslogan de campaña electoral, y le sirvió de envión para llegar a la presidencia de Estados Unidos. La frase que juega como una sentencia, es de clara aplicación en estos días y en nuestros lugares. Los productores rurales movilizados podrían hacerla suya con una traducción más criolla, como decir, “es el bolsillo, estúpidos”. Ellos sienten que alguien invisible se apodera de sus bolsillos y les extraen la mitad de sus ingresos sin pedirles permiso.
Pero además del bolsillo, la gente percibe en la piel que se los avasalla en su dignidad. No se corresponde a la investidura presidencial aludir a los “piquetes de la abundancia”, que aunque fuera verdad le permite al Estado acumular divisas en el Banco Central que la Presidenta exhibe como un éxito de su gestión.

EL CAMPO

Desde lejanos tiempos el campo ha sido emblema del espíritu nacional. En él se libraron mil batallas, se plantaron los árboles, se esparcieron las semillas y se abonó con sangre la defensa de la tierra que les pertenecía a los que vivían en ella, la cultivaron, levantaron sus hogares, tuvieron hijos y dejaron sus huesos.
Nuestros padres o abuelos sabían de estas cosas, y miraban de reojo a los que venían “del pueblo” para husmear con “ojos de forastero”.
Esos hombres y mujeres valerosos construyeron la Argentina que recibieron las actuales generaciones. La cultura del trabajo no la inventaron los gobiernos, les pertenecía desde sus ancestros, la llevaban en el torrente de sus sangres. Amaban la tierra, aunque no fueran sus dueños, les pertenecía por esa simbiosis que se da entre el hombre que la acaricia cada día con sus manos y le expresa su admiración al ver crecer el fruto de sus esfuerzos.

LA REBELIÓN

Pero los hombres mansos también se suelen rebelar, cuando la injusticia o el atropello golpean a sus puertas. Ya no andan a caballo, se trasladan con vehículos motorizados, aplican las últimas técnicas para el desarrollo de los cultivos o para mejorar la calidad de su hacienda. La modernidad ha llegado al campo como a la ciudad.
El campo argentino es el núcleo central de la economía nacional. Los mayores ingresos tributarios y derechos de exportación provienen del sector. Sin embargo, no hay una política agropecuaria desde tiempos inmemoriales, y cada vez que se intenta legislar sobre el tema, es para agredir, no para promover el desarrollo de una de las fuentes de riquezas que en algún momento de la historia nos colocó entre las diez primeras naciones del mundo.

COMPRENDER Y RESPETAR

Desde el análisis político cabría mucho por decir a favor o en contra, que no es en este espacio ni oportunidad; ahora hablamos sobre la agresión que reciben los pequeños y medianos productores, que son trabajadores de la tierra, y a los que hay que comprender y respetar. Lo más fácil que se le ocurre al gobierno, con un ministro de Economía que casi nadie reconoce, es aumentarles las retenciones al agro.
Pero eso es la gota que colmó el vaso, después de la debacle con la ganadería, disminuida peligrosamente al punto de que ya no podemos cumplir con los compromisos internacionales; y con los precios de la leche que por falta de rentabilidad se están desmantelando los tambos que en nuestra región constituían un factor de alto impacto en la economía.
Costó muchos años de trabajo, investigación e inversión montar esos tambos, que ahora queden como recuerdos de un tiempo de creación y prosperidad.
Claro, que si el Gobierno escucha a un innombrable como Luis D’Elía, los argentinos empalidecemos de espanto o enrojecemos de ira.

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