27.3.08

Enfoque sobre el conflicto que se prolonga desde hace 18 días: El campo y la furia de los más mansos. Domingo 30 de Marzo de 2008

Escribe: Juan R. Nazar
Director de La Opinión

La puja entre el Gobierno y el sector agropecuario se prolongó más de lo esperado. La gente de los pueblos, comerciantes, industriales y vecinos adhieren al reclamo por la sucesión de imposiciones, y porque la Presidenta sólo monologa y no dialoga.

Días de furia bajo el cielo de los argentinos. Los números trasmutaron en política y saltaron todos los tapones. El gobierno, acostumbrado a las decisiones unilaterales, propuso fórmulas inaceptables para los sectores productivos, y por mucho que forzara los argumentos no logró persuadir a buena parte de la sociedad, que sin buscarlo, ocupó las calles y atronó con su presencia dejando sin combustible el motor que mueve los resortes vitales de una Nación.
¿Un error de cálculo? ¿Algo que inventó el nuevo ministro de Economía de rostro aniñado, cuyas explicaciones nadie escuchó? El eminente ensayista y filósofo Santiago Kovadloff, invita a la reflexión cuando sostiene que “la Argentina no sólo pierde trabajo y dinero con todo lo que ha estado sucediendo. Pierde, por sobre todo, actualidad. Pierde presente, pierde presencia. Se acantona, sometida a la vejez de sus conflictos en un mundo elemental, más cercanos a los dilemas del siglo XIX.
Se enferma de inoperancia. Acusa una desorientación que no puede sino desembocar en un extravío moral cada vez más hondo. Se fragmenta, se desarticula...es preciso, de una buena vez, capitalizar esta historia de desaciertos. Lo es en la medida en que nos importe llegar a ser una nación. Si no es eso lo que importa, entonces D’Elía y los piquetes se quedarán con la última palabra”.

EL CAMINO

No parece ser ese el mejor camino que los argentinos debiéramos transitar: el que está teñido de intolerancia, el de la prevalencia de los intereses sectoriales, el de cerrar caminos, ocupar las plazas, elevar el grito, encender consignas, o tomar el atril desde el poder para escucharse así mismos, y no poner oídos a las voces que surgen de otras latitudes.
Los que detentan el poder, demuestran fortaleza cuando inclinan su dignidad para escuchar a todos, en especial a quienes no son leños de su mismo palo, porque la verdad, generalmente, no procede de los acólitos, atados a intereses menores de la inmediatez, sino que viene prendida de lugares que la sabiduría debe saber explorar.
La rebelión agraria es un dato de la realidad que no recicla acontecimientos del pasado, por mucho que algunos pretendidos intérpretes busquen afanosamente emparentarlos. Si queremos encontrar en los vericuetos de la historia, lo que pueda servir para levantar acusaciones, siempre se encontrarán rendijas para los desencuentros, y en esa búsqueda alocada podremos retroceder hasta más atrás de la Declaración de la Independencia.
En la filosofía de la historia siempre existen hilos conductores que nos permiten echar luz sobre el presente. Pero así como la generación de Mayo cumplió con el mandato que le impusieron las circunstancias, también lo hicieron las generaciones sucesivas, para el gusto de algunos y el disgusto de otros.

EL PRESENTE

El campo argentino de estos tiempos, se parece muy poco o casi nada, a los que explotaban los dueños de las tierras que se medían en leguas y en kilómetros, vivían en la Capital Federal con alternancia en Londres y París.
En los últimos años las extensiones de campos en manos de extranjeros pasaron de 10 millones de hectáreas a 40 millones e inversamente los pequeños y medianos productores se redujeron de 450.000 a 300.000 propietarios.
Según un informe del Ejército Argentino, el 10% del territorio nacional –270.000 kilómetros- está vendido a extranjeros y que 32 millones de hectáreas correspondientes las mejores tierras cultivables del país están en venta o en proceso de ser vendidas a inversores extranjeros.
La Patagonia, con sus grandes lagos de agua dulce y el cordón cordillerano con sus minerales, son el objetivo de los inversores extranjeros que ya han adquirido grandes extensiones de tierras pertenecientes al Estado nacional o a particulares. Ese mismo despojo del patrimonio nacional se da en el nordeste argentino con los Esteros del Iberá o los desmontes salvajes que se dan en Salta y otras provincias del norte para la siembra de soja. Contra eso los gobiernos provinciales, las legislaturas, el Congreso Nacional, y el Poder Ejecutivo de la Nación debieran formular una política de defensa del interés nacional.

LOS IMPUESTOS

A la luz de esta realidad, resulta insostenible esa política menor de gravar cada vez más a los propietarios pequeños y medianos argentinos que trabajan la tierra, incorporan tecnologías, e invierten tiempo y capital para lograr los productos agropecuarios que enorgullecen al país.
Es por ello que las personas del común salieron espontáneamente a acompañarlos, como lo hicieron los comerciantes, los industriales y las empresas de servicios. Ellos, los productores agropecuarios, cuya lucha recién comienza, seguramente tendrán en la memoria ese gesto de solidaridad de los demás sectores de la producción y del trabajo.
Como pocas veces se ha dado la historia de los últimos tiempos, esta manifestación incluyó a los más diversos sectores sociales, y ningún partido político se atribuyó ningún mérito, en cambio desde distintas corrientes ideológicas mostraron su presencia y su adhesión.
El gobierno nacional, acostumbrado a monologar desde un atril, debiera registrar este nuevo fenómeno que ocurre en el país.
Tampoco es para engañarse: muchos salieron como una forma de exteriorizar su descontento que no está vinculado al prejuicio ni a la ideología, sino al disgusto de una forma y un estilo de agresividad que el argentino medio ya no acepta, porque afortunadamente ha superado divisiones del pasado y convive en paz con sus iguales que piensan políticamente distinto.
Un ejemplo a tener en cuenta es lo que ocurre con las religiones monoteístas que han logrado coincidencias superadoras de los antiguos conflictos, marginando a los fundamentalistas que cuyas consignas contradicen el fundamento mismo de los principios que dicen defender.

TOLERANCIA ES HACER LA PAZ

Ejercer la tolerancia, es de los que han aprendido algo de la vida. Necesitamos practicar el diálogo entre quienes no coincidimos. Es una forma de enriquecernos mutuamente. No hay necesidad de enojarse y descalificar al otro. Hablar de odios y de color de piel en estos tiempos es no entender el proceso que vive la humanidad. Cada ser humano es una individualidad que sólo puede alcanzar su desarrollo integral, físico y espiritual, en comunión con sus congéneres.
Muchos, los más grandes que iluminaron los caminos más oscuros de la historia, sacrificaron sus propias vidas, para salvar la vida de sus semejantes. Implorar por la paz, no es debilidad, es grandeza. Y los gestos de grandeza deben provenir de quienes están en lo más alto del poder, que no está únicamente en los que gobiernan, sino también en los que lo ejercen por otros medios más sutiles.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¿Este era el diario progre?