24.1.08

Gestión con imagen hacedora.Jueves 24 de Enero de 2008

Escribe: Juan R. Nazar
Director de La Opinión

El tema álgido que se le presenta al gobernador Scioli, es el de la seguridad que se encuentra al tope de las inquietudes de la gente. Y será mejor que no se siga sosteniendo lo que se decía en los tiempos de León Arslanian de que había “sensación” de inseguridad creado por los medios.
El nuevo ministro, Carlos Stornelli, con su experiencia en la justicia, no caerá seguramente en sutilezas idiomáticas, y si bien algunas reformas que hubo en la policía han sido positivas, deberá hacerse cargo de que otras no responden a criterios racionales en una fuerza militarizada.

ERROR CONCEPTUAL
Desde estas columnas hemos insistido que es un error de concepción implicar directamente a los intendentes en cuestiones operativas del cuerpo policial, comenzando por entender que no fueron electos para esa finalidad.
El jefe comunal puede presidir un Foro de Seguridad para recoger y llevar inquietudes originadas en el seno de las comunidades, pero nunca para emitir órdenes al jefe policial, porque se desnaturalizan las funciones que tiene asignado cada quien en el encuadre de las responsabilidades legales. Se impone entonces que se termine con las improvisaciones, y que todos los organismos que integran el estado actúen confiados en la coherencia, claridad y firmeza de quien los gobierna.

MÁS CLARIDAD
No dudamos que el gobernador Scioli tiene el firme propósito de cambiar algunas cosas para adaptarlas a los nuevos requerimientos de una sociedad que no se conforma con maquillajes.
El otro aspecto de la misma cuestión tiene que ver con el armado de las jurisdicciones que corresponden a cada departamental, que evidencia algún grado de desconocimiento del mapa provincial, por lo menos en lo que hace a nuestra zona.
En síntesis, habría que poner claridad en la conformación de las nuevas estructuras de la repartición, y terminar con eso de la Policía Comunal –ahora se llama Estación Comunal de Policía- y Policía Distrital, donde suelen presentarse funciones superpuestas, y sobre todo un esquema cuya complejidad aleja al ciudadano común del conocimiento simple y elemental de cómo funciona el organismo de seguridad a la que el estado se empeña en consubstanciar con las vivencias de una comunidad.

RECUPERAR LA CONFIANZA
La seguridad tampoco puede estar constreñida únicamente a la actuación del organismo policial, que necesita además recuperar la confianza de la familia y de los ciudadanos honestos que habitan el lugar.
La reflexión vale por extensión al comportamiento de los estamentos judiciales, de vital importancia en la lucha contra el delito.
Y también la acción de gobierno desde los niveles comunales hasta las políticas que se implementen en la órbita provincial y nacional.
A su vez, de nada vale que tengamos los mejores policías y los mejores jueces, si los padres son desbordados por sus hijos ya en la preadolescencia. Y lo son, en muchos casos por diversos factores, aunque esto pueda no servir de excusa para jóvenes que han alcanzado el suficiente grado de madurez para distinguir entre el bien del mal.

VALORES ESENCIALES
En la base del comportamiento social, tampoco es posible prescindir de los valores básicos que son parte inescindible de los principios y creencias que tienen su fundamento en el hogar y la familia.
Concepto que no significa retrotraerse al autoritarismo, sino en cultivar aquello del amor, la solidaridad, el sentido de justicia, la práctica del bien y el recto camino que conduce a la verdad.
Tal vez haga falta detenerse por momentos para examinar el camino que transitamos. Y tener la capacidad de apartarnos del ruido enloquecedor de las locuras colectivas, para volver sobre los pasos y enmendar conductas que no son las propias, sino las que nos impone una sociedad que absorbe precipitadamente los trastos de culturas decadentes.
A veces, volver sobre nosotros mismos significa reencontrarnos con los valores olvidados de nuestra propia identidad.

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