17.9.08

Los “crotos”, personajes de la miseria y la bohemia: De la Gran Depresión al estallido 2008. Domingo 21 de Septiembre de 2008




Escribe: Juan Nazar Lebnen
Director de La Opinión

Cabe preguntarse si la inocultable crisis que vive el país, ésa que no ven los que tienen que ver, es una copia de otras anteriores o estamos en presencia de algo nuevo. La historia siempre tiene algo para decir.

El historiador Felipe Pigna, nos cuenta que la crisis era importada en la Gran Depresión de 1929. El padre del autor de estas líneas, un libanés que había llegado al país en 1912, confesaba que la miseria era de tal naturaleza, que los vacunos no se vendían porque nadie pagaba nada por ellos. En las chacras se carneaban los animales y sólo se aprovechaba el cuero que podían exportarse. Los frigoríficos estaban en manos de los capitales ingleses que compraban el ganado en los campos por monedas. La desocupación invadía las calles, y los crotos o linyeras se trasladaban sobre los techos de los trenes de carga en busca de nuevos horizontes en la inmensidad de la pampa.
Se estima que para el año 1936 había 350.000 crotos sobre una población de 12 millones de habitantes, sin contar los miles de trabajadores que quedaron sin trabajo. El croto era un personaje muy especial. Al principio las familias campesinas dudaban de ellos. Eran algo así como “el hombre de la bolsa” con el que se asustaban a los chicos para que se portaran bien. Pero finalmente resultaban agradables y educados. Se trasladaban con un “mono” (un bolso con las mínimas pertenencias) atado a un palo que cargaban sobre el hombro. Cuando los sorprendía la noche, generalmente se refugiaban en las cercanías de las estaciones de trenes, encendían algún fueguito, calentaban el agua en una pava y preparaban su mate, infusión que muchas veces les servía de único alimento. En otros casos se llegaban a las estancias y compartían la matera y la comida con los peones y de “sobremesa” aparecían los cuentos de aparecidos. En no pocas situaciones, los crotos o linyeras llegaban hasta las chacras, pedían permiso para pernoctar, y armaban su camastro en los galpones de cereales.

HASTA ENAMORAR

Para los niños de ese tiempo esos seres extraños les producía enorme curiosidad, porque además eran cariñosos y bien educados. Muchos de ellos tenían un buen nivel de educación, políticamente se definían como socialistas o anarquistas, más lo segundo que lo primero. Poseían mucha lectura de política y filosofía, despreciaban el dinero y proclamaban la libertad como el don supremo de la condición humana. Se mantenían con trabajos esporádicos que realizaban en el campo. En no pocas oportunidades, detrás de una barba larga y tupida y cabello que les rozaba el hombro, había un hombre recio, de buena estampa, que llegaba a enamorar a alguna muchacha que buscaba escapar de la monotonía de hogares regidos por normas muy convencionales.
Por esos tiempos de la Gran Depresión el doctor Alfredo Palacios realizó un notable viaje por las provincias argentinas a mediados de la década del 30 -cuenta Pigna- y pudo comprobar con tristeza que las condiciones económicas y sociales se habían agravado 30 años después: “Los niños tristes, de poco peso y de poca talla van a ser pronto los jóvenes que rechazará el ejército, por debilidad constitucional, falta de peso, de talla o de capacidad torácica. Ya veremos cómo en algunas otras provincias el porcentaje de los inútiles, total o parcialmente, alcanza el 64 por ciento”.

LA CRISIS DE EE.UU
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En grandes pinceladas de brocha gorda, aparece delineada una de las consecuencias de la Gran Depresión ocurrida en Estados Unidos en 1929. Para salir de esa crisis que repercute en todo el mundo, aún cuando Estados Unidos, no tenía aún el rango de gran potencia, surge elegido de las elecciones generales de 1933, el candidato demócrata Franklin Delano Roosevelt, que impulsa lo que se llamó el New Deal (Nuevo Trato). Un conjunto de medidas económicas intervencionistas para actuar en forma enérgica sobre lo que se consideraban las causas de la grave crisis de 1929. Esta nueva política económica se fundamentaba en el intervencionismo estatal y en la firme creencia en las teorías del subconsumo. Se aumenta el gasto –en contraposición a la teoría neoliberal- para reavivar la producción. Establece controles bancarios más estrictos para evitar que se pudiera producir otro crack bursátil en el futuro. Incrementó la cantidad de dinero mediante créditos a baja tasa de interés, facilitó el pago de las deudas y reactivó el consumo. Fue quizás el primero que ensayó la política económica esbozada por Keynes, considerado el padre de la macroeconomía moderna.

INDISIMULABLE

Cuando desde la cúspide del gobierno nacional argentino se intenta disimular la crisis, diciendo que no nos afecta, es como desconocer la realidad. Esto es lo mismo que no admitir los índices falsos del INDEC, en los que nadie cree, ni los propios funcionarios, ni los sindicalistas que piden aumentos de hasta el 50 por ciento. Se vive en el mundo del contra sentido. En el plano internacional nunca la Argentina se encuentra más aislada del mundo desarrollado, como en las actuales circunstancias. El único país amigo en Europa que nos tendía su mano era España a través del presidente socialista Rodríguez Zapatero, relación que echamos a perder por declaraciones apresuradas de la Presidenta argentina. Ahora se viaja a Nueva York, para participar de la Asamblea General de las Naciones Unidas, un foro mundial que es un torneo de discursos. Lo mejor de esas reuniones son lo que se habla en voz baja en los pasillos, y es allí donde comienza a tallar la gran diplomacia. Es de esperar que ese viaje, le permita a la Argentina enmendar algunas planas y encontrar el lugar que le corresponde en el mundo.
La pregunta que se hacen ahora casi todos los expertos-con la única excepción de los que están a sueldo de los gobiernos- es si estamos ante una crisis más, dentro de las grandes ciclos económicos que alternan la bonanza con la depresión, o se trata de algo más. ¿Es el fin del capitalismo tal como lo conocemos? Esa pregunta no es nueva, ni mucho menos. Se ha utilizado en decenas de publicaciones tan dispares como la incorporación de la mujer al mundo laboral, el imparable ascenso de China e India, o la globalización. Pero ha vuelto a ser acuñada para tratar de explicar en una sola frase las turbulencias que sacuden los mercados internacionales desde hace casi un año. Un matutino difundía la teoría del Apocalipsis y expresaba que “el mundo occidental se encuentra en una crisis económica de una magnitud similar a la del petróleo en 1973. Asimismo nada menos que al desmoronamiento del liberalismo, el modelo ideológico y económico dominante en los últimos 30 años.”

OTRA TRAGEDIA, NO LA QUEREMOS

«Cuando los mercados son concebidos en términos de obtención de beneficios, no promueven la eficiencia en los servicios –como dice la teoría liberal- sino la concentración de riqueza y la especulación, el valor económico real de los activos del planeta es ahora tres veces inferior a los instrumentos financieros, emitidos tomando como referencia esos activos. Así planteada la situación, todo termina en una burbuja perversa que en algún momento explota. Y explotó. Lenín escribió que la última etapa del capitalismo era el imperialismo y de eso se sale con nuevas guerras.
Una tragedia que no querríamos volver a ver en la humanidad. Preferimos que Lenín se haya equivocado.

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