31.7.08

Las relaciones internacionales y la posición de nuestro país: Fragmentos de etapas históricas argentinas. Domingo 3 de Agosto de 2008

Escribe: Juan Nazar Lebnen
Director de La Opinión

Desde Perón a Menem la política diplomática sufrió modificaciones. Desde la búsqueda de aliados regionales a las relaciones carnales.

La política exterior de la Argentina en el transcurso del siglo XX, ha tenido continuidad –salvo algunas desviaciones poco felices- en el transcurso de los gobiernos constitucionales, que se inicia con Hipólito Yrigoyen, y continúa con Juan Domingo Perón, Arturo Frondizi, Arturo Illia, Raúl Alfonsín, y un interregno con Carlos Saúl Menem, hasta nuestros días.
En América Latina, los países que la componen, han buscado incesantemente una integración como región para poder negociar en mejores condiciones con la potencia del norte, que ha condicionado el desarrollo de los pueblos al sur del Río Bravo, por el grado de dependencia política y económica con los intereses del nuevo capitalismo conducido por Wall Street.
Las relaciones de nuestro país con Estados Unidos, nunca fueron del todo fluidas. Las rispideces fueron apareciendo en distintos momentos de la historia aunque con distintos grados de aceptación o acercamiento con las políticas planteadas desde Washington, que se ha ganado el derecho de ser la expresión menos amable de albergar el poder de un capitalismo salvaje, aún cuando allí funcionan las instituciones más avanzadas del sistema democrático, y hasta nuestra Constitución Nacional tomó la matriz de la Constitución norteamericana.
No pocas veces en la triste y dramática historia de los países de esta parte del continente, la central de inteligencia norteamericana (CIA) fue factor de desestabilización de los gobiernos democráticos del cono sur.
Está viva en la memoria de los mexicanos, la guerra sostenida contra el imperio para impedir que le quitaran regiones enteras como la California para pasar a ser parte del territorio continental que une el pacífico con el atlántico. O la república de Panamá que era parte de la Gran Colombia y ahora se ha transformado en un país totalmente dependiente. Cuando el Presidente Torrijos, un patriota nacionalista intentó desprenderse de una dependencia desnacionalizante, le sorprendió la muerte en un extraño accidente aéreo. El presidente de Guatemala, Jacobo Arbenz, elegido democráticamente, fue derrocado por un golpe militar. En 1973, el chileno Salvador Allende, por sostener ideas de izquierda, fue desalojado y muerto en la Casa de la Moneda por un levantamiento militar sangriento, que fue promovido y financiado por la CIA, según confesión de los mismos que intervinieron en los hechos.

LA DÉCADA

En la década de los ’70, todos los países de América Latina –con excepción de Costa Rica porque no tiene ejército-, fueron ocupados por dictaduras militares por imposición del Departamento de Estado de Estados Unidos, que además promovió la doctrina de la “seguridad nacional” y el Pacto de Río, para rechazar cualquier invasión extracontinental, de remotas posibilidades, pero en esos años la confrontación con la Unión Soviética servía de excusa para la implantación de regímenes militares autoritarios y despóticos, que perseguían a políticos, estudiantes, intelectuales, líderes obreros y todo aquel que manifestara disconformidad con el régimen.
En la Escuela de las Américas en Panamá, se adiestraba a los oficiales superiores de las Fuerzas Armadas del subcontinente, para que fueron expertos en detectar a los posibles “subversivos”, someterlos a las más viles torturas y luego hacerlos desaparecer. Esa técnica tuvo sus mejores alumnos en la Argentina, Chile y Uruguay, donde además se organizaron grupos guerrilleros ideologizados que se ilusionaban con la toma del poder al estilo del Che Guevara, que en Bolivia fue traicionado y abandonado por quienes supuestamente debían brindarle apoyo material y logístico.

KENNEDY

La llegada a la Presidencia de los Estados Unidos, de John F. Kennedy, trajo una luz de esperanza en América y el mundo. Juan Domingo Perón, desde Madrid en julio de 1961, le escribía una extensa carta donde le reflejaba su pensamiento político y le solicitaba un cambio de rumbo en las relaciones con América Latina. “Los días que corren –decía Perón- comienza a ser la hora de los pueblos anunciada por el justicialismo hace más de 15 años… () los pueblos son los permanentes mientras los gobiernos son circunstanciales. El proceso argentino, como el latinoamericano, es el despertar de los pueblos en procura de su propio destino”.
John F. Kennedy era el único Presidente norteamericano que podía entender el proceso que se estaba dando en el cono sur del subcontinente. Tenía 25 años cuando visitó la Argentina en mayo de 1941, y se alojó en la estancia San Miguel de la familia Cárcano, en Córdoba, donde festejó su cumpleaños. Cuenta Stella (Baby) Cárcano que lo conoció a John veintiañero que era atolondrado, perseverante, seductor, desordenado, pacifista e intelectual. Estuvo vestido de gaucho, comió asado, y anduvo a caballo.

AUTONOMÍA

Cuando Arturo Frondizi llegó al poder en 1958, inauguró una nueva y creativa relación con el Presidente Kennedy. Por entonces se estaba dando un proceso pre revolucionario en Latinoamérica inspirado en la revolución cubana que encendía la imaginación a las nuevas generaciones. Frondizi que entendía el problema y lo sufría, le manifestó a Kennedy, con quien se reunió por segunda vez, que “la eliminación de Castro –proyecto de la CIA- no resolverá el problema subyacente. Lo necesario es un ataque básico a las condiciones que originan a Castro. Nuevos Castros emergerán en el continente”. La entrevista entre ambos presidentes se realiza en la residencia familiar de verano de Palm Beach el 14 de diciembre de 1961, y Frondizi asiste acompañado del canciller Miguel Angel Cárcano y el subsecretario de relaciones exteriores, Oacar Camilión. Al finalizar la reunión, Kennedy le entrega a Frondizi un papelito con su teléfono privado para “que no se entere la CIA”.
El gobierno del Presidente radical Arturo Illia, siguió los grandes lineamientos de esta política internacional basada en la autonomía de los pueblos. El canciller Zabala Ortiz cumplió una tarea encomiable en la Organización de las Naciones Unidas, y respecto de las Islas Malvinas logró la sanción de la resolución 2065 de “poner fin al colonialismo en todas sus partes y en todas sus formas”. De haberse seguido en esa línea de negociación, y no cometer la histórica torpeza de los militares argentinos, es posible que hoy ya no estuviéramos discutiendo la soberanía sobre las islas.

LAS ESTRATEGIAS POLÍTICAS

Todos los países que tienen conducción y liderazgo, formulan sus políticas a sostener en el plano internacional. Cuando hemos tenido gobiernos lúcidos, también tuvimos cancilleres de alto nivel intelectual que en cada intervención en los organismos internacionales, dejaron la impronta de una Nación que hace honor a los altos valores de una historia, donde la Argentina era voz y expresión bizarra de los pueblos americanos. Y no hacía falta que sus presidentes hicieran discursos de tribunas callejeras. Simplemente actuaban a través de sus cancilleres o ellos mismos, cuando lo imponían las circunstancias, y sentaban cátedras en el mundo de las relaciones internacionales.
Un gobierno que tiene una clara y lúcida posición internacional, americanista e integradora, es seguro que define su política en el plano interno, y sabe qué hacer en cada circunstancia.
Si no se conoce el mundo y de qué modo se manejan las cuestiones entre las naciones, y se desconocen las reglas de cómo se mueven los que saben transitar los pasillos de los organismos donde se elaboran las grandes estrategias, las cancillerías se vuelven entelequias de burócratas incapaces de definir políticas en el tiempo para los pueblos.

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