29.5.08

Las revoluciones inconclusas.Lunes 2 de Junio de 2008


Escribe: Juan Nazar Lebnen
Director de La Opinión

En un sistema democrático ya no hay margen para el autoritarismo, sean gobiernos populistas, de izquierda o de derecha. La evolución de las sociedades, el grado de información disponible, la educación alcanzada por las nuevas generaciones, no facilitan la tarea de las antiguas formas de ejercer el poder mediante la práctica del clientelismo, el soborno o la intimidación. Ese estilo está en proceso de decadencia en el mundo, y las nuevas formas adquieren otras características de mayor vigor democrático. El Mayo francés del ’68 dejó un mensaje abierto sobre el agotamiento que experimentaba el ejercicio de una democracia de partidos que traducían un esclerozamiento de sus energías vitales. Ello afectó en las últimas décadas a todos los partidos políticos de la Europa de la avanzada social, y en especial al socialismo, que se había transformado en el sucedáneo de los procesos revolucionarios que parecían inevitables luego de las descolonizaciones que se produjeron en el continente africano y en otros lugares en la década de los ’60.

REVOLUCIÓN CUBANA

No estuvo ajeno en el análisis el estallido de la revolución cubana y la propuesta de Ernesto “Che” Guevara de impulsar la revolución mediante la guerra de guerrillas en la figura del foquismo. El legendario guerrillero se lanzó al bosque y a la montaña para producir en esta parte de América una réplica de la Sierra Maestra que le permitió el triunfo en la isla cubana. Subestimó quizás, la decisión del imperio de impedir a toda costa la reedición de una nueva Cuba en el continente. Pero es más, la propia Unión Soviética le retació el apoyo al intento guevarista, porque no le resultaba funcional a su propia estrategia de producir los cambios revolucionarios en el tiempo y en los lugares que determinaran sus conveniencias geopolíticas en su lucha contra el poder norteamericano. El líder guerrillero quedó aislado de todo apoyo y su derrota en el plano militar estaba decretada. Su figura sin embargo, es emblema en las juventudes del mundo de que es posible alcanzar el universo de las utopías.

MODELO SOCIALISTA

El modelo socialista europeo no parece haber resuelto los problemas sociales que padece el viejo contiente. Y esa decepción se traduce en una reacción política hacia la derecha, como acaba de suceder en Alemania, Francia e Italia. ¿No era acaso el modelo socialista europeo la respuesta a las exigencias de una sociedad del hastío y la inconformidad?. Una nueva frustración, a lo que se agrega el condimento de los inmigrantes que huyen del Africa hambrienta para lograr comida y empleo en los países que aparecen como espejos de los deseos incumplidos de tantos seres despreciados y degradados en su naturaleza humana. Esos millones de inmigrantes les sirvieron a las potencias europeas como mano de obra barata durante décadas.
Hacían el trabajo que despreciaban los europeos cultos y evolucionados, y ahora sienten que sus propias sociedades se ven amenazadas por la mezcla étnica que pueden alterar la “pureza” de las razas.
Algo de eso se oyó en los prolegómenos que desataron la Segunda Guerra Mundial, pero entonces lo prohijaba un ser detestable, y ahora lo inducen prolijos estadistas de un primer mundo evolucionado.

DESPOSEÍDOS

Desde el otro lado, la gente huye de sus países de origen porque no tienen pan, ni abrigo, ni vivienda, ni salud, ni educación. No poseen absolutamente nada. Solo sirven como carne de cañón para las guerras intestinas de los caudillos inescrupulosos mezclados con el delito, la droga, la prostitución, y la trata de personas. Parece que nadie puede hacer nada para cambiar tanto ultraje a la condición humana.
Ni las Naciones Unidas, ni las potencias europeas y americana, ni las iglesias. Todos se limitan a hablar, a pronunciar discursos sobre las injusticias en el mundo. Pero esos discursos son como un lejano tañir de campanas, como para cumplir con la ritualidad formal del registro de una palabra condenatoria.
Un modo de autojustificarse ante la propia conciencia, frente a la obscenidad de un mundo atravesado por las inmundicias de poderes erigidos sobre la muerte y la miseria de millones de seres humanos que habitan el planeta.

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