8.5.08

La movilización del campo y la postura del gobierno nacional: Hay que evitar un conflicto innecesario. Domingo 11 de Mayo de 2008

Escribe: Juan Nazar Lebnen
Director de La Opinión

Las economías del interior, agrodependientes, ya sufren las consecuencias de una nueva crisis. La incertidumbre domina el escenario económico. La Presidenta de la Nación continúa alimentando la confrontación permanente y conduciendo hacia un camino de conflicto que el resto de la sociedad rechaza.

Leíamos en estos días un comentario editorial de un diario porteño, que Brasil ha recibido el investment grade por parte de una de las principales evaluadoras de riesgos crediticios, Standard and Poor’s. Ello indica la alta confiabilidad para las inversiones extranjeras, distinción que antes recibieron Chile, México y Perú.
Agrega la información que el presidente Lula da Silva hizo lo necesario para ganarse la confianza de los mercados internacionales. Y subraya que ha triplicado las reservas del país, que se acercan a los 200.000 millones de dólares. Las inversiones provenientes del exterior, superaron los 34.000 millones de dólares el año último y va camino de sumar otro tanto en el período en curso y el monto de las exportaciones ha saltado de 57.000 millones de dólares en 2002 a 161.000 millones en 2007.
Mientras el hermano país gobernado por un obrero metalúrgico que ha adquirido talla de estadista, adquiere el tan apreciado grado para las inversiones productivas, la calificación de nuestra deuda soberana sufrió un nuevo revés con un informe negativo sobre posibilidades de ingreso de capitales. Si el Estado argentino decidiera buscar hoy financiamiento, debería convalidar tasas de interés mucho más elevadas que las habituales. De allí que los países pobres jamás terminan de salir de los endeudamientos.

DISTRIBUIR EL INGRESO

En el caso de la Argentina, que nos ufanamos de haberle pagado al Fondo Monetario Internacional 10.000 millones de dólares, algo así como el 7% de la deuda total que el país tiene con el exterior de 140.000 millones, y que en el corto plazo deberíamos afrontar obligaciones rayanas en los 15.000 millones de dólares incluyendo la deuda con el Club de París.
El argumento del gobierno nacional a favor de una mejor redistribución del ingreso de lo que habla con frecuencia la señora Presidenta, es compartido por la mayoría de los argentinos.
Si hubiera algún sector que no abona esta tesis, sería tan insignificante que no merecería ni mencionarlo. Es que en los tiempos que vivimos ya no hay lugar para los privilegios, y menos para la exhibición de riquezas.
De allí que resulta tan obsceno el caso de algunos empresarios argentinos que en épocas estivales se presentan en las costas de Punta del Este en relucientes yates que son verdaderos palacios flotantes compitiendo con los magnates rusos para demostrar que aquí también tenemos lo nuestro con chicas incluíidas.
¿Cómo no se puede sentir indignación ante tamaña e irritante exhibición de riquezas, en un país que hace muy pocos años mostraba una de-socupación del 20 por ciento de la mano de obra, con un cementerio de pymes en todo el territorio nacional, y la pobreza y la indigencia rondaba el 40 por ciento de la población?

LA CRISIS

Ese tsunami que vivimos los argentinos –hace falta recordarlo para no perder la memoria- empobreció a millones de hogares de esta tierra bendecida por la naturaleza. Quienes vivimos en el interior, lo sabemos muy bien pero más lo saben los millones de argentinos que rodean la Capital Federal, donde tener un pan y una comida caliente en los fríos inviernos, era como el maná bíblico que Dios enviaba a las masas hambrientas de Israel.
La recuperación de la Argentina vino a través del campo, aún reconociendo lo realizado en esos momentos dramáticos por Eduardo Duhalde cuando nadie quería tomar en sus manos esa papa caliente, y le entregó el gobierno sin beneficio de inventario a Néstor Kirchner, a quien se le reconoce una buena gestión, más allá de su particular estilo confrontativo y su falta de vocación para trabajar en equipo como corresponde a un jefe de Estado.
Pero aquí no hubo un plan ni una estrategia inteligente para emerger de la crisis. Fueron los propios argentinos los que se las ingeniaron para producir con obcecada persistencia de no dejarse vencer por la adversidad.
Personas de todas las condiciones sociales compartieron los dolores y la carencias. Se entregaron con pasión a la tarea de la reconstrucción de sus hogares devastados por las necesidades más elementales, apretaron los dientes los pequeños y medianos empresarios para salvar las fuentes de trabajo junto a sus empleados y obreros que entregaron lo mejor de sus esfuerzos, y los hombres y mujeres del campo argentino desafiaron los rudos vendavales, las inundaciones, las sequías, los soles inclementes y los fríos salvajes.

EL CAMPO

Al auténtico hombre y mujer del campo argentino, el que transpira, el que sabe de la tierra como la Pachamama, el que no se doblega ante los rudos avatares, le debe también la Argentina su recuperación.
Somos un país agrario, por gracia de la naturaleza, transformado a partir de ello en la granja agroindustrial ubicada entre las mejores del mundo. Nos pudimos salvar del naufragio en mérito a la capacidad de nuestra gente. A la confianza y a la fe irreductible en las propias fuerzas multiplicadas por miles y millones.
Hoy estamos sufriendo nuevamente. La economía –más allá de los números de un INDEC amañado y mentiroso- se encuentra semi paralizada.
En nuestros pueblos los comercios están despoblados. Los industriales no saben hasta cuándo pueden continuar. Ya comienzan a observarse movimientos de suspensión de gente. Si el conflicto con el campo se extiende, en las fábricas comenzarán los despidos.
Los bancos en términos generales, han dejado de ser confiables para el pequeño y mediano empresario argentino. Así no se puede. Los empresarios del interior que comparten el esfuerzo y el sudor con sus gentes, comienzan a sentir el desaliento por las políticas erráticas de los gobiernos.
Nadie sabe lo que ocurrirá manaña. El gobierno, lo que mejor sabe hacer, es librar batallas dialécticas. No trasmite un clima de serenidad. La confrontación permanente es su estilo. Pareciera que se quiere llevar al país a un conflicto que el conjunto de la sociedad rechaza. El país necesita paz y trabajo y no pontificaciones altisonantes. De eso ya tuvimos demasiado.

HAY QUE ESCUCHAR TODAS LAS OPINIONES

A no confundir lo que ortrora fuera la tan maldecida “oligarquía vacuna” un término despectivo hacia los grandes terratenientes de principios y mediados del siglo pasado. Eso es la vieja historia. La nueva historia la están escribiendo otros protagonistas. Las mujeres, los hombres y las familias a la vera de los caminos. No se sienten diferentes a cualquier ciudadano de las ciudades porque también son parte de ellas. El trabajo de la tierra comenzó en los albores de la humanidad, y fueron esos trabajadores –tantas veces explotados- los que construyeron el basamento de muchas civilizaciones.
El campo argentino, con capacidad para alimentar a 300 millones de personas, debemos cuidarlo, mejorarlo, tecnificarlo, tal como se viene haciendo con dedicación, esfuerzo y vocación por muchas de las organizaciones que prestan asistencia técnica. Son las nuevas generaciones que viven y sienten también los dolores y las necesidades de los desamparados los que vienen impulsando los cambios. Es por ello también que se muestran solidarios con los más necesitados. El ser humano apegado a la tierra, el que en verdad palpita con la tierra, posee la nobleza y la altivez de los que están despojados de prejuicios y pueden mirar de frente y a los ojos a un semejante. Bien haría el gobierno en buscar un diálogo franco, abierto, sin trapizondas políticas. El país siente hartazgo por los atajos arteros, por las palabras altisonantes, por las intenciones oblicuas. Las palabras que trasmiten una recta intención, movilizan los espíritus e iluminan el camino hacia la verdad. Sepa el gobierno escuchar, porque escuchar es atributo de los sabios.

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