Escribe: Juan Nazar Lebnen
Director de La Opinión
El jefe de Gabinete tiene a su cargo el acuerdo con el sector productivo. Las necesidades recaudatorias del Estado frente a la demanda del agro. La Capital Federal se llenó de humo que se expandió a muchos kilómetros a la redonda, lo que obligó a las autoridades a tomar medidas preventivas, como la suspensión del tránsito en varias arterias de ingreso y salida del conglomerado urbano, lo mismo que el arribo de aviones al aeropuerto de Ezeiza.
En medio de los muchos frentes de conflictos que se le han presentado al gobierno nacional, a partir de la mala idea del aumento de las retenciones al agro, esta niebla artificial pareciera una señal incómoda en medio de tormentas políticas de alto voltaje.
Después de más de cinco horas de deliberaciones entre los representantes del agro y el gobierno, se anunció que se abrirían las exportaciones de carne a los mercados externos, algo previsible que sucedería después que los frigoríficos anunciaron que irían a un paro y a la suspensión de personal.
Con esa medida se abrió apenas un caminito de entendimiento, que es un aspecto periférico a las cuestiones centrales. De todos modos pueden estar marcando una tendencia favorable a poner oídos a los sectores productivos, desde donde se construye la riqueza de un país como el nuestro, en cuyo suelo crecen y se elaboran las producciones estratégicas que le permiten estar en los mercados del mundo.
Es sorprendente, y cuesta mucho entender las medidas de un gobierno que decide cerrar las exportaciones de carne para perder mercados que costó tiempo y esfuerzo en conquistar. Ello conlleva además, al desprestigio argentino en el exterior por incumplimiento de los acuerdos internacionales. Este mismo gobierno presidido por Néstor Kirchner, tomó la misma medida durante un período de su gestión, despertando la irritación de Rusia que cambió los proveedores argentinos por los brasileños.
NEGOCIACIONES
En estas negociaciones a las apuradas y en caliente que condujo Alberto Fernández y torpedea Guillermo Moreno que responde a directivas del propio Kirchner, estuvo ausente el ministro de economía Martín Lousteau, algo también difícil de entender tratándose de cuestiones propias de su área de gestión.
Se supone que el titular de Economía es el responsable de confeccionar el presupuesto nacional, el que formula las previsiones de gastos y determina las imposiciones para el cálculo de recursos.
Si Lousteau se aparta de las negociaciones, se podría inferir que no tuvo que ver con los controvertidos impuestos, lo que no deja de ser inquietante, y si tuvo que ver debió estar sentado a la mesa de negociación y no dejarle el campo libre a un funcionario político como Alberto Fernández, cuya capacidad y sagacidad está fuera de toda duda.
Pero si tomó a su cargo esa misión que para otros podría ser imposible, lo hizo a pedido seguramente de la Presidenta, lo que pone en la superficie algunas grietas en lo más empinado del poder, que, por ahora, puede no significar demasiado.
LOS IMPUESTOS
El otro tema de alta prioridad, es el proceso inflacionario que amenaza con retrotraernos a épocas que creíamos haber superado definitivamente.
El mamarracho que se hizo con el INDEC, además de no reflejar la realidad, no le resulta creíble al ama de casa que va al mercado todos los días y comprueba los aumentos que registra la mercadería de consumo masivo.
Si para el mercado interno los datos del INDEC no son tenidos en cuenta, esos dibujos en el exterior nos colocan en un plano de país marginal. Le resultará extremadamente difícil a Martín Lousteau explicar estas cosas con los acreedores externos, donde está negociando los compromisos del país con las finanzas internacionales. Hay un rebrote inflacionario que ronda el 30% anual –ya hay gremios que han cerrado convenios dentro de ese porcentaje- y el canje de deudas que se hizo con el exterior terminó diluyéndose en el tiempo.
Se está frente a compromisos ineludibles como el default con el Club de París –6.500 millones de dólares- y de no arreglarse no vendrán inversiones directas a la Argentina. Lousteau está realizando gestiones ante el BID y el Banco Mundial, a quienes se les requiere programas de desembolsos del orden de los 15.000 millones de dólares para los próximos cuatro años. Con ese monto se arreglarían los compromisos financieros más apremiantes y le darían aire al país para emprendimientos que le sirvan para un desarrollo sustentable.
GASTO PÚBLICO
El gasto público no productivo ha comprometido seriamente los recursos normales del Estado. Es por ello que se recurre a las retenciones al agro sin coparticipación de las provincias. Por mucho que haya reservas de 50.000 millones de dólares en el Banco Central, el funcionamiento de caja requiere de ingresos adicionales para satisfacer los requerimientos de las provincias endeudadas y empobrecidas. No existe una redistribución del ingreso. Existe una imperiosa necesidad de obras de infraestructura que si no se recurre a la inversión genuina no hay posibilidad de ejecutarlas.
En el plano social los requerimientos son dramáticos referidos a la construcción de establecimientos escolares y hospitales dotados de lo necesario para la atención de la salud de los más necesitados.
Es un contrasentido la ejecución de un emprendimiento como el tren bala, con ferrocarriles que no funcionan y sirven para transportar millones de personas que trabajan y acercan gente y producción desde los puntos más distantes de la geografía nacional.
El régimen federal se encuentra en declinación. Es imperioso recuperar la autonomía de las provincias y son los propios gobernadores, senadores y diputados los que han jurado defender sus intereses y los de las economías regionales. Lo demanda el crecimiento y desarrollo del interior del país, sin lo cual no existe la Nación.
CUESTIÓN DE PATRIOTISMO
Pareciera que hay cosas que por ser tan invocadas y socorridas, terminan por perder vigencia. Si no se resuelven los problemas de la producción asistida por la tecnología, el crédito accesible para el equipamiento, la distribución, la comercialización, no existe crecimiento ni desarrollo sustentable.
El concepto de redistribución del ingreso parte de un plan transparente y creíble de un gobierno. Está unido también por la calidad institucional, de la que no se puede hablar si parejamente se desconoce la división de los poderes. Las políticas espasmódicas no le sirven a nadie. Tiene que haber previsibilidad.
La equidad social ya es un concepto aceptado y asumido por la mayoría de la población como un desafío patriótico. Lo que no se aceptan ya, son las jugadas políticas no inspiradas en sentimientos patrióticos, sino en meras conveniencias electorales, ya vengan de quienes gobiernan o de la oposición. Hay cansancio, hay hartazgo de tanto juego menor para ver quién gana o quién pierde. Afortunadamente, están apareciendo en el horizonte, otros líderes naturales que están revalorizando el sentido ético de la vida y rescatando aquellos valores que tienen que ver con el trabajo honrado, y que cultivan el sentimiento solidario hacia sus semejantes.
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