| Escribe: Juan Nazar Lebnen Director de La Opinión El conflicto con el sector agropecuario ha profundizado las contradicciones existentes en el gobierno nacional. Por un lado Alberto Fernández, un leal a la conducción del gobierno de Cristina, pero sin dejar de serlo del propio Kirchner, y del otro Guillermo Moreno que asume el rol de provocador permanente y rompe la trama que articula el Jefe de Gabinete, envían señales inquietantes al escenario político nacional. La señora Presidenta se esfuerza por querer presentarle al país un Pacto Social, que a semejanza del firmado durante la tercera presidencia de Juan Perón, diseñado por José Ber Gelbard, entre los trabajadores representados por la CGT y los sectores empresariales, acuerden una tregua que permita un desarrollo productivo con amplio consenso político y social. En aquel momento de mucha efervescencia de los grupos que confrontaban en el poder, el Pacto Social fue posible merced a la poderosa influencia de quien era el líder indiscutido de los argentinos que apeló a un hombre como Gelbard que siendo un poderoso empresario, estaba ubicado ideológicamente a la izquierda del espectro político y con diálogo fluido con los máximos dirigentes de la oposición. PACTO SOCIAL El Pacto Social buscaba atenuar la demanda de los trabajadores, en tanto los empresarios se comprometían a producir con eficiencia y a bajo costo. Estos acuerdos sirven en situaciones de emergencia, pero en una economía capitalista no perduran en el tiempo. Además, en aquel momento, el acuerdo se extendía a todos los niveles y los representantes sindicales y empresariales integraban los directorios de los organismos nacionales y provinciales y los ministros de economía de las provincias respondían a ese esquema de gobierno de concertación plural. Perón buscaba una real política de integración y por eso mismo se abraza con el jefe de la oposición, Ricardo Balbín. En las actuales circunstancias no existe un clima de concertación, por el contrario, desde el mismo gobierno se estimula la confrontación permanente, un estilo que le dio resultado a Néstor Kirchner, pero ya hay signos evidente de agotamiento. Se observa por otro lado que no hay vocación genuina por ampliar la gestión del gobierno incorporando a otras corrientes de opinión, como son los modelos que funcionan en Chile con la concertación institucional entre la Democracia Cristiana y el socialismo, en Uruguay con el Frente Amplio o en el Brasil de Lula con un vicepresidente que pertenece a un partido de la oposición. FORTALEZA Aquí, el estilo de Kirchner fue cooptar a dirigentes de la oposición ofreciendo cargos y a gobernadores e intendentes mediante la chequera que se maneja en forma discrecional desde la presidencia de la Nación. En ese punto es donde residió la fortaleza del gobierno nacional, y paradójicamente, aparece su mayor debilidad. El estado nacional recauda el 70 por ciento del total de los ingresos, mientras que las provincias reciben el 30 por ciento restante. Estos datos que publica un matutino porteño en el día de ayer extraído de un informe oficial, da cuenta que las provincias -principales aportantes a las arcas de la Nación- cerrarán el año con un déficit financiero de 700 millones de pesos. Las provincias son el interior del país que siente el sufrimiento de un despojo. De allí que se observan grietas en el poder central, que pese a una billetera dadivosa que administra según el grado de adhesión -o incondicionalidad- hay gobernadores que murmuran su descontento y legisladores que ya han dejado de hacerse ver en sus provincias, y con un Congreso Nacional que ha perdido identidad, donde diputados y senadores dan vueltas sin ser tenidos en cuenta para nada, salvo para atender disciplinadamente los requerimientos del Ejecutivo. INFLACIÓN El tema ha rebasado la problemática del campo. Existe un proceso inflacionario indisimulable. El propio Lavagna -que después de su abrazo en Olivos lo marginaron-, salió a decir que «la inflación se come los salarios, las jubilaciones y está desarmando el modelo que nos tocó armar en lo peor de la crisis. El modelo se está deshilachando por el lado del consumo, de la protección a la producción, y esto no es proteger a las empresas, sino proteger la generación de puestos de trabajo». La rebelión del campo está abriendo muchas cajas de Pandora. |
17.4.08
Ahora, un suspenso inquietante.Lunes 21 de Abril de 2008
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