Escribe: Juan R. Nazar
Director de La Opinión
El director de este diario evoca el lockout agropecuario de los ’70 cuando el tercer gobierno peronista intentó cobrar el impuesto a la renta potencial de la tierra, y lo compara con el contexto del conflicto presente.Este lockout del sector agropecuario difícilmente encuentre antecedentes en el país. Algo similar ocurrió en tiempos de la tercera presidencia de Perón, cuando Gelbard era ministro de Economía y la secretaría de Agricultura y Ganadería la desempeñaba el ingeniero Giberti, que impuso el impuesto a la renta potencial de la tierra.
Por entonces la dirigencia del sector, especialmente de la Sociedad Rural Argentina, puso el grito en el cielo, calificando la medida de inspiración marxista y colectivista. Hoy en día, esa misma medida no sería vista de la misma manera, al menos no por toda la dirigencia.
En aquel momento, el gobierno no pudo o no quiso avanzar con ese proyecto, que entrañaba un desgaste político innecesario que el Presidente Perón no estaba dispuesto a pagar. Estaba claro que el general, ya más sabio que revolucionario, aplicó una de sus máximas: las revoluciones “se hacen con sangre o con tiempo”, y él apostaba al tiempo.
PERÓN Y COOKE
Algo de eso mismo debe haber pensado respecto de la revolución cubana, y en especial de Ernesto “Che” Guevara, cuando designó en el exilio de Madrid, entre 1955 y 1959 como su delegado personal a John William Cooke, un intelectual de la izquierda peronista, para que tomara contacto con los revolucionarios cubanos.
Escribía Perón: “...autorizo al compañero doctor don John William Cooke, actualmente preso por cumplir su deber de peronista, para que asuma mi representación en todo acto o acción política. En este concepto su decisión será mi decisión y su palabra la mía”.
Lo que traducía Cooke en sus escritos era una tesis claramente revolucionaria: “Caerán las estructuras de la depredación imperialista y las estructuras del despojo de este capitalismo que está llegando al término de su ignominioso reinado”.
El tema es pertinente porque, en esos momentos tumultuosos de la América Latina, Perón quería tener a alguien del pensamiento de Cooke, para no quedar al margen de los acontecimientos que venían sucediéndose a partir del triunfo de los revolucionarios de Sierra Maestra.
VAIVENES DE LA HISTORIA
Pero es bien sabido que el astuto general jugaba con varias cartas a la vez y siempre se guardaba de mostrar el as de espadas. Del mismo modo que designó a Cooke como su delegado, también optó por Gelbard en su momento porque conocía los flujos y reflujos de la historia.
De allí también que resulte tan difícil entender que en el otro extremo ideológico lo haya tenido a José López Rega como su secretario personal, con una enorme influencia política. Algo de ello explica la coexistencia dentro del peronismo de corrientes totalmente opuestas en lo ideológico.
EL "TIO" CÁMPORA
La designación de Cooke como su delegado personal, tenía coherencia en el momento en que lo hizo, porque lucía triunfante la revolución cubana y Fidel Castro y el Che Guevara eran las figuras estelares de un nuevo orden político que en Latinoamérica.
También lo fue cuando Perón negocia con Montoneros y lo designa candidato a presidente a Héctor Cámpora, “el Tío”, que al no entender del todo su condición de mero representante ocasional, no pudo o no quiso resistir la agresiva embestida del sector montonero, hecho que derivó en que Perón tuviera que asumir en persona la Presidencia de la Nación, no obstante su delicado estado de salud.
LA “REALPOLITIK”
El nombramiento de José Ber Gelbard como ministro de Economía respondía a la especial coyuntura internacional que lo permitía. Perón nunca estuvo en buenas relaciones con el poder imperial de los Estados Unidos, si bien estaba lejos de comulgar con el marxismo.
Manejaba sin embargo con maestría la concepción de la “realpolitik”, un término acuñado por Otto von Bismarck, inspirado por su mentor el príncipe Klemens von Metternich, destinado a equilibrar el poder entre los imperios.
La designación de Gelbard respondía a esa concepción, ya que este dirigente empresario, que ostentaba enorme poder, estaba enrolado ideológicamente en una corriente ideológica de izquierda marxista y con vínculos muy estrechos con los máximos dirigentes del Partido Comunista de la Unión Soviética.
Fue así que una de sus primeras medidas económicas, fue encabezar una delegación de empresarios argentinos que visitaron y firmaron convenios de cooperación con todos los países de Europa del Este, incluida la URSS y también con Cuba.
PROYECTOS DE PAÍS
La diferencia entre ese ayer y hoy, es que por entonces había un claro proyecto de país, en el que no estaba ausente la ideología, por lo tanto había apasionamiento en la defensa de las distintas posiciones.
Lo que ocurre en estos momentos, en que el campo se siente agredido, es que no se observa otra cosa que acumulación de ingresos a costa de la producción y a cambio de prácticamente nada.
Los principales hombres del Gobierno no pueden dar explicaciones medianamente creíbles. El jefe de Gabinete, Alberto Fernández, un hombre inteligente, pudo haber forzado algún argumento sustentable. El ministro de Economía, Martín Lousteau, un buen técnico que desconoce la realidad del país interior, aparece en pantalla diciendo cosas que incursionan en la ingenuidad, siendo benévolos en el calificativo.
SEÑALES DE ALARMA
Se advierte en las altas esferas del gobierno una actitud que roza la arrogancia, quizá pensando que por mero voluntarismo puede hacer los cambios que se les ocurra sin que pase nada.
La realidad está mostrando algo muy distinto: la rebelión de los productores esta vez no está estimulada desde las conducciones de las entidades agropecuarias. Nace espontáneamente y supera a sus dirigentes. Es de aplicación aquella vieja frase: “Al frente con los dirigentes a la cabeza o con la cabeza de los dirigentes”. ¡Cuidado!
DERIVACIONES POLÍTICASSe tensa la cuerda a niveles de peligrosidad cuando la intransigencia suplanta al diálogo. No se trata de demostrar quién es más fuerte en una pulseada donde se juegan intereses que exceden lo sectorial para pasar a ser parte del conjunto del país. Los productores vienen advirtiendo sobre las políticas del gobierno que a la hora de instrumentar políticas vinculadas con el sector que más incide sobre la economía nacional, no son tenidos en cuenta por quienes tienen la responsabilidad de ser interlocutores necesarios.
No deja de sorprender por otra parte, que el Gobierno aplique medidas de enorme importancia y trascendencia sin previa consulta con los sectores vinculados a la producción. Aparece así una actitud complaciente para algunos, como es el caso del señor Moyano, habitué de la Casa Rosada, a quien se consulta cada vez que hay una movida en los salarios de los trabajadores, y en cambio se desconoce a genuinos representantes de las actividades productivas, que son las que motorizan la economía del país.
El diálogo permite resolver los problemas más arduos. Lo peor que puede ocurrir es que los prejuicios políticos empañen las visiones objetivas de la realidad.
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