21.2.08

Nadie se acuerda del estallido.Martes 26 de Febrero de 2008



Escribe: Juan R. Nazar
Director de La Opinión

El caos se había apoderado de las calles de la ciudad de Buenos Aires y las cacerolas con sus estruendos ensordecedores habían decretado con los gritos de que “se vaya todos” la desaparición del escenario de los partidos políticos y sus dirigentes que no podían asomarse fuera de sus casas. El Parlamento y la Casa Rosada estaban rodeados por altos enrejados para evitar el ingreso de las multitudes enardecidas. Las medidas desesperadas del gobierno de Fernando De la Rúa y su ministro de economía Domingo Cavallo de instaurar el corralito, eyectó de la Rosada a un presidente pusilánime y dejó a un país en medio de la mayor crisis política, económica y social de la historia, y por primera vez asomaban las fauces ominosas de una guerra civil.
En una semana habían pasado cinco presidentes. La represión dejó decenas de muertos en las calles. Eduardo Duhalde asume en medio del caos. Surge un nuevo movimiento que se apoderan de las consignas lanzadas por el cacerolazo protagonizado fundamentalmente por la clase media porteña: el piqueterismo que convierte en mártires a dos de sus militantes abatidos por las balas de la represión: Kosteki y Santillán.

DUHALDE Y KIRCHNER

Esas muertes pegan con fiereza en el rostro de Eduardo Duhalde que anticipa el llamado a elecciones generales en el país, e inicia una serie de consultas para proponer a un candidato a presidente que reúna el consenso necesario dentro de su partido. Ninguno de los más prominentes dirigentes del justicialismo quiso aceptar el desafío, hasta que finalmente Duhalde sugiere el nombre de Néstor Kirkchner, gobernador de Santa Cruz, cuyo nivel de conocimiento público no superaba el 6%.
Se inicia así un nuevo proceso en la Argentina. Duhalde logra contener la situación política, designa a Roberto Lavagna como ministro de Economía que elabora un programa moderado y creíble que tranquiliza las aguas en medio del descontento, la creciente desocupación, la indigencia y el hambre.
La elecciones generales fueron una competencia dentro del justicialismo, porque la oposición –el radicalismo- había virtualmente desaparecido del escenario luego de la debacle del gobierno de De la Rúa. El resultado de las elecciones dio como ganador en primera vuelta a Carlos Saúl Menem con el 24% de los votos sobre el 22% obtenidos por Néstor Kirchner. Menem desiste de presentarse a una segunda vuelta en la seguridad de que saldría perdidoso y queda consagrado Presidente Néstor Kirchner, en cuyo mandato se consolida el modelo económico concebido por Lavagna y se inicia un proceso de apertura de los juicios contra los responsables de la represión en los tiempos de la dictadura militar.

EL CAUDILLO DE LOMAS
Eduardo Duhalde se aleja del escenario político y hace declaraciones en ese sentido para decepción de quienes lo siguieron incondicionalmente durante años. No llama a sus amigos, no convoca a ninguna reunión, solo anuncia por los medios de comunicación que no se dedicará más a la política y que su retiro es definitivo. Muy pocos le creyeron. Hay escasos antecedentes de políticos que dejaron de serlo. Duhalde es designado como secretario del Mercosur con asiento en Montevideo, una suerte de dorado exilio que le permitiría observar desde la otra orilla el desarrollo de la administración Kirchner, a quien siempre elogiaba desde el discurso político.
Fuera de ese trajinar, y sintiéndose en libertad de pensamiento y acción, Duhalde sale al ruedo para declarar que Cristina Kirchner no está preparada para gobernar por carecer de experiencia, un duro golpe en el plexo solar del poder político que viene de las propias entrañas.
El caudillo de Lomas, siempre habla de que para gobernar se necesita experiencia, una tesis que se refuta por sí misma. Alguna vez tiene que ser la primera vez.

FUERA DEL CONVITE

Por otra parte, la historia está colmada de ejemplos de quienes gobernaron por primera vez y fueron exitosos. No ha sido feliz su comentario, sobre todo para un hombre que se precia de leer la biografía de los grandes personajes de la historia. En todo caso, pudo recurrir para su crítica a otros elementos menos cuestionables. Pero una lectura más sutil de la motivación que lo indujo a esa declaración, puede buscarse en la reorganización del movimiento creado por Perón, bajo la conducción de Kirchner, que no comulga precisamente con las antiguas consignas que le vienen de su fundador. El movimientismo de Kirchner es abarcativo de otras definiciones ideológicas. Y Duhalde está abriendo el paraguas, porque está quedando fuera del convite.



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