Escribe: Juan R. Nazar
Director de La Opinión
En estos días se realizan campañas electorales en las internas de los partidos Demócrata y Republicano de los Estados Unidos, y para las elecciones presidenciales de España. La interna del partido Demócrata concita como nunca antes –salvo en los ‘60 con Kennedy-, la atención de millones de estadounidenses y de cientos de millones que habitan en todas las regiones del planeta.
Es que después de muchos años de gobiernos conservadores, en cuyo transcurso se produjo la guerra del Golfo Pérsico, la invasión a Afganistán e Irak, el enjuiciamiento de Saddan Hussein, la guerra de Kosovo, el desmembramiento de Yugoslavia y la guerra sin fin de Medio Oriente, se presenta ahora la posibilidad de que un joven mestizo, de nombre y apellido árabe, gobierne en la primera potencia militar del mundo.
SERVIR A LA PAZ
No es poca cosa después de tantos avatares padecidos en gran parte por influencia de políticas neoimperialistas, que empantanaron la rueda de la historia, aparezca la posibilidad de que los inmensos recursos tecnológicos, científicos y de poderío económico y militar se coloquen al servicio de la paz y una nueva era de progreso y prosperidad amanezca en el horizonte de la humanidad. El debate de los temas centrales que inquietan a los norteamericanos, fortalece la vigencia del sistema democrático en ese país y ofrece una demostración de cómo instrumentar los mecanismos que lo sostienen.
EL DEBATE ESPAÑOL
En paralelo, las elecciones presidenciales en España, donde el jefe de gobierno, el socialista José Luis Rodriguez Zapatero, enfrenta, en debate abierto, al opositor Mariano Rajoy del Partido Popular, le imprime a la contienda un ritmo apasionante.
A pesar de las durísimos conceptos emitidos para descalificar al adversario, el debate exhibe el destacado nivel intelectual de los protagonistas, donde el televidente tiene la posibilidad de analizar la confrontación de ideas en un marco de respeto, sin que haya en el medio esas interrupciones extemporáneas de pobre argumentación y escasa utilización del buen vocabulario, herramienta indispensable para la trasmisión eficaz del pensamiento que busca persuadir al televidente.
TOMEMOS NOTA
Estos ejemplos que nos muestra el mundo desarrollado debiera servirnos a los argentinos y latinoamericanos para mejorar la calidad de nuestras instituciones, a partir de partidos políticos vigorosos, alejados del internismo clientelista y se aborden los grandes problemas nacionales.
Los argentinos –o por lo menos esa militancia que expresa las aspiraciones de sus dirigentes- se caracteriza por la exaltación de los personalismos, que si en algún tiempo encarnaron en personalidades vigorosas de incuestionables valores éticos, morales e intelectuales, ahora generalmente están lejos de dar la medida de los grandes de la historia.
Razón demás para que los partidos políticos expresen una clara orientación ideológica y una fuerza programática que los habilite para alcanzar el poder y ejercerlo con probidad.
SALUDABLE
La reorganización del partido oficialista con sus distintas corrientes internas, a instancias del ex presidente Néstor Kirchner, es una medida saludable después de permanecer congelado durante muchos años que le impidió manifestarse como organización política responsable del gobierno y del destino de la Nación.
Es también necesario para la fortaleza del sistema democrático, la presencia en el escenario nacional de una oposición vigorosa y esclarecida, en cuyo encuadre no puede estar ajeno el radicalismo, que debe definir su verdadero rol en un camino de reorganización de cara a presentarse junto a otras fuerzas como clara expresión política de alternativa.
NO CONFUNDAN
No se puede seguir confundiendo a la opinión pública con el “borocotismo”, el transfuguismo y toda esa actitud negadora de principios y que solo atiende a la necesidad de ser parte de un poder para el disfrute de cargos públicos. Recuperar la esencialidad de los valores republicanos es el compromiso insoslayable de la dirigencia política. Los órganos deliberativos que consagran los preceptos constitucionales, son los escenarios donde deben instalarse los grandes debates sobre los temas a la que nos convoca la Argentina de hoy. Si la agenda política nacional e internacional se aborda a través de los medios de comunicación, ello estaría mostrando vacíos institucionales que no cubren oficialistas ni opositores.
Se impone que la auténtica dirigencia política, empresarial y social, deje de hacerse la distraída y se comprometa sin dobleces consigo misma y comience a mirar el país por encima de sus intereses personales o sectoriales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario