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| | Escribe: Juan R. Nazar Director de La Opinión La caída de los mercados en Wall Street desparramó una crisis global. En nuestro país se traduce en falta de confianza de los inversores y en medidas poco acertadas que adopta el gobierno nacional. Cuáles son las respuestas para alejar los fantasmas de otra mega crisis como la que vivimos en el 2001. Hay bronca, tristeza, decepción y todos los sentimientos encontrados que quedan encerrados debajo de la piel para no estallar. Porque la explosión financiera que sacudió a Wall Street, ese lugar ignoto para millones de seres humanos, al que jamás tendrán la oportunidad de ingresar, desparramó sus astillas alrededor del planeta. El supercapitalismo enlazado con el sobreendeudamiento hizo implosión en el sistema que se suponía era el más seguro de la tierra. La realidad nos enseña que cuando los excesos se adueñan de las conductas de los seres humanos, se producen los desequilibrios y cuando finalmente las leyes naturales se imponen por sobre las mentes afiebradas, el sacudimiento es inevitable y las grietas que abre el terremoto se tragan a los más débiles, a los menos preparados para resistir. AGROALIMENTOS Las economías latinoamericanas no estarán fuera del vendaval. Por el contrario, ingresarán también en la vorágine, pero es posible que por su propia debilidad, por no contar con un sistema financiero expandido, y economías primarias, puedan esquivar este tsunami con bastante dignidad. Los países como la Argentina, con enormes extensiones de tierras productivas, está en condiciones de abastecer de alimentos a buena parte del mundo, que es lo que viene. Millones de personas de China y la India que se incorporan al consumo por la mejora en sus condiciones de vida, exigirán alimentos que no les pueden proveer sus propios países. El presidente Lula de Brasil acaba de disponer de una partida de miles de millones de dólares para incentivar a sus productores para extender sus cultivos a todo lo ancho de su inmenso territorio para abastecer a sus 180 millones de habitantes y tener excedentes para la exportación. La tierras cultivables siguen siendo las reservas más apreciadas, y mediante la introducción de nuevas tecnologías se busca que los espacios desérticos se transformen en tierras productivas. El gobierno Chino ha dispuesto un cambio en el sistema de tenencia de la tierra para que sus productores encuentren mayores incentivos para hacerlas producir. EL CAPITAL Habrá después de este terremoto financiero una vuelta a la explotación de los recursos naturales, abandonados por la locura de acumular capital financiero acumulados en los bancos que solo sirven para la especulación y el enriquecimiento ilícito de quienes creen que las inmensas torres de papel sirven para producir riquezas. Además de contener una gran dosis de inmoralidad, las pizarras de Wall Street no les sirvió para impedir la implosión que inundó al mundo y sacudió las bases de un capitalismo voraz que somete al hombre al engranaje perverso de un sistema que desvió los ejes de una economía de producción. Natalio Botana escribe para La Nación que “cualquiera sea el punto de vista, las percepciones dominantes de este tiempo espeso, concentrado en pocas y vertiginosas horas, nos advierten que el paisaje de la actualidad histórica ha cambiado, acaso profundamente. La cuestión estriba en saber si este cambio tendrá, como el mundo desea, consecuencias virtuosas”. Y se pregunta ¿Qué deberíamos hacer nosotros frente a tamaña mudanza? Aprovechar nuestras ventajas, paradójicamente ganadas al precio de las malas razones derivadas de nuestro escuálido sistema financiero; aumentar la capacidad exportadora ante la caída de los precios de los commoditis; defender la fortaleza fiscal mediante la eliminación de subsidios y procurar coordinar políticas en el Mercosur. PRODUCCIÓN En nuestro país, como siempre, tomamos conciencia de la realidad después del vendaval. Ahora advertimos por algunos signos de que la cosa va en serio. Se va a disponer mediante algún tipo de medida que los empresarios no produzcan despidos de personal. Es un acto voluntarista. Cuando cae la actividad, no existen formas de mantener al personal, salvo que el gobierno subsidie a las empresas, algo imposible. A los bancos no se puede acceder por créditos que no existen, y los que existen no se pueden tomar por el nivel de las tasas impagables. Por otra parte, las empresas no están dispuestas a endeudarse en una economía fluctuante e incierta. Se han detenido las inversiones por las mismas razones. Nadie sabe qué pasará el día de mañana. Hay una actitud de espera y de tensa expectativa. Los problemas con el campo están lejos de haberse resuelto. En un país con una economía que depende de la producción primaria, resulta incomprensible que se mantenga una situación de confrontación permanente. Al gobierno parece que lo asesora el enemigo, porque no resulta entendible que cometa tantos errores grotescos. TIEMPOS PARA MIRADAS DE ALTURA No se advierte organicidad en las altas esferas. El matrimonio y un pequeño grupo cuyos talentos no se los ha visto brillar en ningun momento, diseñan supuestas políticas de las que están ausentes los que verdaderamente entienden de la problemática económica del país y del mundo. En los países evolucionados, en circunstancias excepcionales como las que se están viviendo, los gobiernos convocan a los líderes de la oposición y a toda la dirigencia de los diferentes sectores de la sociedad para una toma de conciencia colectiva y ofrezcan sus aportes para la busca en común de las mejores soluciones para el país y para el conjunto de la sociedad. No son estos momentos para especulaciones de políticas menores, ni de mezclar las internas del partido gobernante con los supremos intereses de la Nación. Son tiempos para miradas de altura y no de vuelos de perdiz que se estrella contra las alambradas. |

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