| Escribe: Juan Nazar Lebnen Director de La Opinión Los argentinos adolecemos de algunas debilidades en materia de cultura democrática. Los triunfos nos exaltan, a veces hasta el delirio, y las derrotas nos deprimen dolorosamente. Ocurre en el deporte como en política. Los gobernantes cuando tienen mayoría, se proclaman omnipotentes. Creen que son originales, geniales, creativos. No escuchan otras voces que las propias. Se paran frente a un micrófono y pontifican sobre las virtudes de su administración, reniegan de la historia, de quienes los precedieron y de la oposición que obstaculiza su gestión. RASGO COMÚN Hay un rasgo común en los gobiernos populistas: hablan para complacerse a sí mismos. Casi todos a su turno se creyeron fundacionales. Confundieron sus deseos con la realidad. No obstante se logró avanzar en muchos aspectos, lo que permitió la consolidación del sistema democrático. Por ello es que algunas palabras que se han vertido en estos días de dramáticas pujas en los recintos parlamentarios para definir los comportamientos políticos, han sonado como ajenos al sentimiento colectivo, como enrostrar a los sectores del agro de albergar intenciones destituyentes, un eufemismo para calificar de golpismo a los dirigentes que encabezaban la rebelión en las rutas. POR LA DEMOCRACIA La inmensa mayoría de los dirigentes políticos de las diferentes expresiones, rechazaron la sola mención de una posibilidad de esa naturaleza y se pronunciaron categóricamente por la defensa irrestricta de la institucionalidad democrática. Luego de las dolorosas experiencias vividas en el país y en Latinoamérica, no es concebible aceptar la alteración del orden constitucional. Su sola invocación como posibilidad, crea de inmediato los anticuerpos en la conciencia colectiva. EL VOTO DE COBOS Tampoco sirve que se demonice la actitud del vicepresidente de la Nación, que con su voto definió el resultado en el Senado. Si hubo paridad de votos, fue porque muchos miembros de la bancada mayoritaria votaron en la dirección opuesta al mandato del bloque oficialista. En política las alianzas suelen ser precarias si no se respetan determinados parámetros. El ex presidente y jefe político del partido oficial, no habituado a pedir consejos ni opiniones, avanzó siempre por las suyas y sacó del medio a quienes se le oponían o expresaban diferencias conceptuales. No practicó un estilo de conducción como enseñaba Perón, sino que impartía órdenes de mando. Más que persuadir, le importaba intimidar. De allí también que siendo presidente de la Nación, jamás convocó a reunión de gabinete, un estilo que perdura en la persona de su esposa. Esta forma de gobernar no es concebible en democracia. Hoy ni siquiera se admite que en la dirección de una empresa no se realicen reuniones de directivos para tomar conocimiento de la marcha del establecimiento y las probables estrategias que debieran aplicarse en las emergencias del mercado. CONDUCCIÓN PARTIDARIA La conducción autoritaria es posible porque se lo permiten los adeptos. Hoy ni siquiera las conducciones verticales como la Iglesia o las Fuerzas Armadas se pueden permitir no consultar con sus cuerpos orgánicos para la toma de decisiones. Es casi imposible encontrar un país en el mundo occidental, cuyo gobierno pueda prescindir de reuniones de gabinete para el análisis mensual de la marcha de la administración, que se vuelve cada día más compleja por la propia dinámica de los sucesos que alteran la vida social, política y económica de la gente. Es bueno que aprendamos la lección los argentinos para no seguir con la saga de las equivocaciones permanentes. | |
17.7.08
Lo que viene tras el conflicto.Martes 22 de Julio de 2008
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