Cuando hablando no se entiende la gente
La utilización del lenguaje es cotidianamente subestimada como herramienta de comunicación. Todos creemos saber lo que decimos y, lo que es peor, lo que escuchan y sienten nuestros interlocutores.
La mayoría de las personas pueden tener interesantes ideas, proyectos enteros ya desarrollados en mente, respuestas atinadas e inteligentes previamente preparadas… pero sólo algunos son capaces de comunicarlos efectivamente. Esto es porque han desarrollado sus habilidades verbales de comunicación y ampliado su capacidad de usar las palabras tanto en forma oral como escrita.
Las aptitudes verbales influyen altamente en la manera en que nos presentamos a los demás y también en la forma en que otros nos perciben. Las palabras que usamos afectan los pensamientos de los otros y determinan emociones, inspiran y motivan. Vender, enseñar, entrenar, negociar, acordar, amar, son algunas de las innumerables acciones que realizamos cotidianamente mediante la comunicación verbal. Y aunque esto parece fácil, porque hablamos y escribimos naturalmente, el uso de las palabras puede atentar contra la claridad y capacidad de expresión.
Palabras no tan claras
Por ejemplo:
La misma palabra puede tener distintos significados, es decir denotar diferentes cosas. No es lo mismo decir “guagua” (niño) en Chile o Bolivia, que en Cuba, donde significa colectivo.
También, la misma palabra puede tener diferentes connotaciones. “Madre” es la persona que da a luz y/o cría a un hijo (denotación). Pero “madre “puede ser una persona abnegada, generosa y cálida o una mujer fría, insensible y lejana (connotaciones). Cuando alguien utiliza esa palabra en determinado contexto ¿qué significado le está otorgando?
Las palabras son abstracciones, símbolos convencionales que sólo sustituyen aquello a lo que se refieren., no son lo mismo que la cosa, la idea o la observación que representan. Además, vivimos en laberintos de palabras. Palabras acerca de los objetos, palabras acerca de las relaciones entre objetos, palabras para definir estados internos o externos, palabras acerca de palabras…palabras, palabras, palabras.
A mayor grado de abstracción de la palabra, mayor oscuridad en su significado. Por otra parte, hay aspectos de la experiencia que no se pueden describir con palabras. Situaciones que vivimos que por ser íntimas, especiales, únicas, difíciles, no son traducibles a las palabras.
El que abre la boca…
Las palabras son herramientas que utilizamos alrededor de 11 horas por día para comunicarnos. Muchas veces olvidamos que son símbolos, generalizamos demasiado, nos comunicamos disfuncionalmente, y podemos caer en los siguientes errores:
Suponemos que un caso es el ejemplo de todos los casos y no nos expresamos con claridad. Decimos: “No le gusto a nadie”, “los porteños son”, “todos los hombres son iguales”; “las mujeres manejan mal”,”en esta oficina siempre pasa lo mismo”, “absolutamente todo le sale mal”, etc.
Pensamos en blanco y negro: “Estás conmigo o contra mí”, “O me quiere o me odia”, “Esto significa el éxito o la ruina”.
Consideramos que las características que atribuimos a las cosas o personas son parte de ellas. Es decir, tomamos un comportamiento y lo consideramos como la esencia del otro: Decimos “Ella es egoísta” en lugar de “No me prestó el libro y se comportó egoístamente”. “El es agresivo” en lugar de “Me trató con hostilidad”.
Actuamos como si estuviésemos en la piel del otro, o tuviéramos una “bola de cristal” y traducimos a los demás: “Yo sé lo que te pasa, no me digas nada”. “Sé lo que ella está sintiendo en realidad”, “Te explico lo que quiso decir”.
Todo igual.
Al cometer esos errores nos estamos comunicando disfuncionalmente. Nos ponemos los anteojos de ver a todo el mundo igual, y perdemos la posibilidad de conocer al otro y disfrutar de sus diferencias. En la medida en que creemos saber lo que les ocurre a los demás, no nos permitimos enterarnos de lo que realmente sienten o piensan.
La persona que se comunica de manera disfuncional, se comporta como si no se diera cuenta de que generaliza o de que actúa basándose en suposiciones: Raramente verifica o especifica la manera en que él o los otros utilizan las palabras. Envía mensajes incompletos: “Ellos dicen…bueno, ya sabés…” Utiliza pronombres en forma vaga: “Porque cuando yo hablo, algunos no me escuchan”. No envía mensaje alguno pero se comporta como si lo hubiera hecho: “Olvidaste traerme el material que yo necesitaba”.
Obstáculos.
El comunicador disfuncional no sólo deja al receptor sin saber dónde buscar y adivinando, sino que actúa como si se hubiera comunicado bien. El receptor, por su parte, no puede más que actuar basándose en lo que supone o inventa. Esto genera malentendidos, y es muy difícil para ambos comunicantes cumplir con propósitos u objetivos planeados o llevar adelante una conversación completa.
Necesitamos completar lo mejor posible la comunicación para llegar conjuntamente a resultados, sean estos cumplir con el trabajo en la vida cotidiana, acordar en medio de una reunión, demostrar cariño a nuestros hijos, comprar los alimentos de todos los días. Y lograr relaciones satisfactorias para ambas partes.