Errores en el trabajo ¿enemigos o maestros?
Aceptar la responsabilidad de nuestras equivocaciones hace posible el aprendizaje, y nos aleja de la tentación de hallar culpables o desarrollar excusas.
Todos cometemos errores, es inevitable. Pequeños, como olvidar una cita, o más graves, como tomar una mala decisión con un empleado, los errores crean confusión y dudas, nos hacen sentir incómodos e inadecuados. En la intención de hacer cualquier trabajo bien, está incluida la intención de no cometer errores. Sin embargo, los errores ocurren. Qué hacemos y cómo respondemos a las equivocaciones es lo que marca la diferencia.
Según se cree
Detrás de la consideración de los errores suelen encontrarse creencias limitantes construidas a través de nuestra existencia:
- Los errores son síntomas de incapacidad.
- Quien muestra los errores se vuelve vulnerable.
- Si confieso mis errores pierdo poder.
- Cada error es un paso atrás.
- Los que se equivocan son ignorantes.
- Para no equivocarme, mejor no hago nada.
Este tipo de suposiciones nos lleva a tener miedo de fallar y a que no estemos preparados para enfrentar los reveses que, naturalmente, encontraremos en el camino. Cuando tratamos a los errores como enemigos, inevitablemente nos comportamos como cobardes, nos ubicamos en la posición de víctimas, sintiéndonos a merced de, o culpando a otras personas, entidades o circunstancias. Tan pronto como se comienza a inculpar, o a disfrazar la situación se toma distancia de la opción más saludable y valiosa: aprender a partir de los errores.
Así se aprende
Sólo se puede aprender a partir de un error una vez que se admite haberlo cometido. “Este fue mi error y soy responsable”. Una vez que uno reconoce una falla, aunque sea íntimamente, abre las posibilidades al aprendizaje. Enfoca el proceso en el entender más que en hallar culpables o elaborar excusas, y acepta la posibilidad de cometer errores como parte del proceso de hacer.
Curar y crecer
Hacerse cargo de que uno cometió un error habilita volver sobre los propios pasos, si se puede, para reparar el daño y si no, al menos, para aprender lecciones acerca de nosotros mismos (necesito algún ayuda-memoria, tengo que trabajar sobre mi forma de decir las cosas) o acerca de la manera en que realizamos el trabajo (necesitamos una nota de pedidos más amplia y clara, hay que realizar una reunión general al menos una vez por mes).
Implica comunicar el error sin caer en la trampa de la autoconmiseración, invitando a otros a comentar sus puntos de vista y ayudar en la solución. Claro que resulta más fácil comentarle a un compañero de trabajo un error que al propio jefe. Sin embargo, al reconocer el error tendremos la posibilidad de elaborar un plan de arreglo para presentar al mismo tiempo que la equivocación.
Lo que cuesta, vale
Ser honesto con respecto a los propios errores es signo de seguridad, y autoconfianza, pero a veces, en el marco de las organizaciones, esto no alcanza.
Con jefes infalibles, que critican a los empleados por los errores que cometen, y hasta los ponen en evidencia delante de los compañeros de trabajo, admitir errores se vuelve muy difícil. Con líderes que tratan a los empleados como chicos, que castigan hasta los errores mas nimios y solo comentan lo que está mal, hacerse responsable de las equivocaciones parece injusto.
La forma en que en las organizaciones se manejan los errores, el espacio que se les abre, las consecuencias que traen, habla de la apertura al aprendizaje y del cuidado y el respeto por los empleados.
Recuadro 1
El teléfono, los Beatles y las computadoras
En un memorandum interno de Western Union en 1876 escribieron lo siguiente después de que Alexander Graham Bell les ofreció venderles los derechos para el teléfono: "Este 'teléfono' tiene muchas cosas en su contra como para ser seriamente considerado un medio de comunicación. El aparato no tiene ningún valor para nosotros".
En 1943, Thomas Watson, director de IBM, hizo una declaración diciendo "yo creo que hay un mercado mundial para quizás cinco computadoras".
"No nos gusta como suenan, y la música de la guitarra esta pasando de moda" dijeron los de Decca Recording Company en 1962 al rechazar a los Beatles.
Recuadro 2
Un error que hizo historia
Uno de los errores claves en la historia fue el que cometió Cristóbal Colón en calcular mal la distancia entre Europa y Asia. El problema que tuvo Colón para que aceptaran su proyecto no fue que los sabios no creyeran que la tierra era una esfera, lo que ellos defendían era que la circunferencia de la Tierra era más grande de lo que decía el genovés. Los sabios diferían con respecto a la circunferencia de la tierra, unos opinaban que tenía los 32.000 km. del Atlas Catalán (año 1375), y otros los 38.000 km. de Fray Mauro (1459). Colón creía que la separación entre Europa y Asia era de 135 grados, la cifra correcta es 229 grados. Colón también creía que Asia estaba mucho más cerca, y de no ser porque se encontró con un continente desconocido por los europeos podría haber muerto a manos de sus marineros amotinados. Él murió convencido de que había llegado a las islas de Asia. Fue Americo Vespucio quien dio seguridad a todos de que lo descubierto por Colón era un nuevo continente. Todo se debió a un error de cálculo.